Confundir hambre con ansiedad es algo muy común. O como formalmente se conocen estos términos, hambre real o fisiológica y hambre emocional. Más de una vez seguro que nos ha pasado: que creemos tener hambre cuando lo que tenemos es ansiedad. Sin embargo, saber diferenciarlas es más fácil de lo que creemos.

Y sí, es cierto que "podemos tener hambre emocional, que no es un hambre real ni fisiológica, sino una sensación", afirma a laSexta.com Natalia Moragues (@moraguesnatalia), dietista-nutricionista, farmacéutica y CEO del Centro de Medicina y Nutrición Alvida (Sevilla). Una sensación que corresponde a un momento de estrés, de agitación o de ansiedad. Y no a un hambre real como tal.

Normalmente, añade la experta, "este hambre emocional suele aparecer en momentos puntuales o concretos en los que una persona, por ejemplo, cuando llega a casa después del trabajo es cuando se le desatan de pronto toda esta cadena de síntomas que le llevan a pensar que tiene hambre".

Y todas esas sensaciones que confundimos con el hambre aparecen porque "lo que necesitamos realmente es algo de placer, de desconexión, de disfrute o de liberarnos, por ejemplo, un poco del estrés laboral... Y al final comemos porque comer también da placer, es una cuestión hedónica", detalla la profesional.

Diferencias entre hambre real y hambre emocional

1. El hambre real lo sentimos en el estómago

Según explica Moragues, "cuando tenemos hambre fisiológica, ese hambre lo sentimos más en la boca del estómago, en el propio estómago (una sensación parecida a cuando decimos que nos suenan las tripas) y el hambre emocional lo sentimos más en la zona del pecho".

Sería algo más parecido a cuando nos da un ataque de ansiedad. Y es que muchas personas suelen sentir como una especie de opresión en el pecho cuando tienen ansiedad (pero no todas las personas, cuando tienen ansiedad, han de sentir los mismos síntomas). Y esa sensación es la que podemos confundir con el hambre real.

2. El hambre real aparece de forma gradual

La segunda diferencia explica cómo aparece cada tipo de hambre. "El hambre real o fisiológico va a apareciendo de manera gradual, poco a poco vas sintiendo hambre y cada vez más, sin embargo, el emocional sucede de repente", afirma.

Es decir, el hambre emocional aparece repentinamente y no puede esperar, es como si tuvieras que comer ya mismo, sin dilación ; mientras que el hambre real puede esperar aunque tengas hambre, puedes aguantar.

3. El hambre real sacia, el emocional no

Otra de las diferencias suele estar en cómo nos sacia o no lo que comemos. "Cuando tenemos hambre real, cualquier cosa que comemos nos sacia, nos vale", asegura Moragues. Es decir, por sólo haber comido quedamos ya satisfechos.

Sin embargo, añade que "cuando sentimos hambre emocional y comemos, no suele ser así, la comida que tomamos no suele saciarnos del todo. Y no nos sacia porque lo que sentimos no es hambre sino emoción o sensación y ésta va a seguir estando".

4. El hambre real pide cualquier tipo de alimentos

Sería otra de las diferencias claves, muy relacionada también con el punto anterior. Cuando realmente tenemos hambre (hambre real o fisiológica) nos vale cualquier tipo de alimentos, cualquier cosa que comamos nos calmará el hambre, esto es, no tenemos hambre de comer alimentos concretos. Todo nos vale.

Sin embargo, explica Moragues, cuando tenemos hambre emocional, normalmente, tenemos ganas sólo de comer ciertos alimentos que suelen ser (normalmente y por regla general, insistimos) o muy salados o muy dulces.

5. Con el hambre real te sientes bien cuando terminas de comer

Por último, otra de las claves es cómo nos sentimos después de haber comido. "Si teníamos hambre real, después de comer nos sentiremos bien y agusto pero si teníamos hambre emocional después de comer solemos sentirnos culpables o aparecer cierto sentimiento de culpa por haber comido", explica Moragues.

Realmente no pasa nada por tener hambre emocional, "porque todos en algún momento lo hemos sentido y no hay problema por ello, no debemos preocuparnos en absoluto", aclara la experta. El problema real y de verdad estaría en que la única vía de escape para calmar esa ansiedad o esa emoción fuese la comida. "Que siempre que tengamos esos síntomas emocionales sólo encontremos placer comiendo".