Estamos 24 horas del día en casa y aunque intentamos mantener las rutinas, teletrabajamos e intentamos hacer algo de ejercicio, nuestros hábitos alimentarios han podido verse alterados durante la cuarentena.

¿Os suena eso de empezar con una patata frita o unos frutos secos y acabar dándonos el atracón? Estos días, la mayoría de las veces que abrimos la nevera lo hacemos motivados por el miedo, la frustración o la rabia. Pero no es hambre real, es hambre emocional.

Los expertos recomiendan que cada vez que tengamos el impulso de ir a la nevera, nos paremos y nos preguntemos si realmente es una necesidad fisiológica o emocional.

Sí es hambre emocional, es importante identificar esa emoción y dejarla surgir. Después, nos toca tratar de controlar la mente y evitar que los pensamientos nos nublen la cabeza.

Para ello, es buena idea recurrir al papel y al bolígrafo y ponerlos por escrito. Y si no funciona, recurrir a una charla y un poco de agua.