La relación de Trump con las cámaras se empezó a fraguar hace 40 años. En los años 80, era un constructor que promocionaba su trabajo y a sí mismo. Se presentaba en programas de televisión como un triunfador en los negocios y en la alcoba. Le cogió tanto gusto a los focos, que saltó a la ficción.

Él era el magnate que compraba la casa al final de 'El príncipe de Bel-Air'. S había alguna película o serie en Nueva York, como 'Sexo en Nueva York', Trump se apuntaba; y si Macaulay Culkin se perdía por la Gran Manzana en 'Solo en casa 2', allí estaba él. Incluso aprovechó su fama para vender pizzas.

En los 2000, el exvicepresidente de EEUU se ganó su propio show, y ganó tanta confianza en sí mismo que hasta acabó contando en la televisión chistes sobre su pelo.