La difícil situación económica que atraviesan tanto España como la gran mayoría de países por la crisis de la inflación ha agravado la guerra de bandos en nuestro país: el de los sindicatos y el de la Patronal. Nadie quiere perder porque nadie puede perder. Y con razón: en el barro, trabajadores al límite frente a empresas ahogadas por los costes de producción. Entre medias, amenazas de manifestaciones frente a despidos. Lo cierto es que, si se trata de frenar al monstruo de la inflación, lo mejor es que no ganen ni unos ni otros.

El santo grial, en este caso, es una expresión que hemos escuchado cada vez más en los últimos meses: la llamada negociación colectiva. De él dependen unos 11 millones de asalariados con convenios colectivos. El otoño caliente ya abrasa, pero nadie quiere bajarse de su caballo de batalla. La más dura de las contiendas se libra en el sector privado porque el Gobierno ya ha avanzado posiciones en otros frentes.

A destacar: la actualización de las retribuciones entre los funcionarios, la revalorización de las pensiones conforme al IPC o la subida del SMI, entre otras acciones. Además, entre las filas del Ejecutivo se mantiene una aguerrida ministra que no esconde sus intenciones. "Le pido al señor Garamendi (presidente de la CEOE) que deje de bloquear la negociación colectiva", reclamaba recientemente la titular de Trabajo, Yolanda Díaz. La pregunta está servida en bandeja: ¿habrá acuerdo?