Un pedazo de historia
Adiós al Ala Este de la Casa Blanca, el rincón que cambió el papel de las primeras damas de EEUU
¿Por qué es importante? Desde Eleanor Roosevelt, que empezó a reunirse con activistas junto a la chimenea, hasta Rosalynn Carter, que profesionalizó el cargo con su propia oficina, y Michelle Obama o Jill Biden, que lo llevaron al siglo XXI. El Ala Este fue el lugar donde las primeras damas dejaron de ser floreros para convertirse en líderes con voz propia.

Resumen IA supervisado
El Ala Este de la Casa Blanca, menos conocida pero cargada de historia, ha sido el escenario donde las primeras damas de Estados Unidos han dejado su huella política y social. Desde Eleanor Roosevelt, quien organizaba reuniones sobre derechos civiles y pobreza, hasta Rosalynn Carter, que profesionalizó el cargo con su propia oficina, este espacio ha sido un símbolo de liderazgo femenino. Michelle Obama, Hillary Clinton y Jill Biden continuaron esta tradición, impulsando agendas propias desde allí. Sin embargo, los planes de Donald Trump para transformarlo en un salón de recepciones podrían borrar este legado histórico.
* Resumen supervisado por periodistas.
Ha sido escenario de algunas de las imágenes más recordadas de la historia reciente de Estados Unidos: Obama corriendo con su perro Bo por los pasillos, Ronald y Nancy Reagan posando en la sala de cine privada, o los Bush celebrando el cumpleaños de su terrier Barney.
Todo eso ocurrió en el Ala Este de la Casa Blanca, la parte menos conocida del edificio más famoso del país. Y, sin embargo, es ahí donde se ha escrito buena parte de la historia social y política de las mujeres más influyentes del siglo XX estadounidense: las primeras damas.
Ahora, ese rincón tan simbólico podría cambiar para siempre. El presidente Donald Trump planea una reforma que afectaría a esta zona, y no se trata solo de una cuestión estética. En la práctica, implicaría borrar un espacio cargado de memoria y significado.
Laura Bush lo dejó claro hace años: "Mucha gente no sabe que la Casa Blanca es también un parque nacional". Y tenía razón. Porque el Ala Este no es solo una parte del edificio: es un pedazo de la historia viva del país.
El lugar donde las primeras damas dejaron de ser floreros
Durante mucho tiempo, las primeras damas fueron vistas como acompañantes del presidente. Sonrientes, elegantes… pero sin voz propia. Eso empezó a cambiar precisamente en el Ala Este.
En los años 30, Eleanor Roosevelt rompió el molde. No tenía ni despacho ni personal, pero organizaba reuniones junto a la chimenea de una de las salas para recibir a activistas, periodistas y asociaciones de todo el país. Allí se hablaba de derechos civiles, pobreza o educación, temas que el Despacho Oval solía dejar de lado. Fue la primera en demostrar que desde el Ala Este también se podía hacer política.
Décadas después, Rosalynn Carter dio el siguiente paso. En los años 70 consiguió su propia oficina y un equipo de trabajo. Profesionalizó el cargo y marcó el camino para las que vinieron después: Hillary Clinton, Michelle Obama o Jill Biden, todas con una agenda propia y un objetivo claro.
Aquí es donde Michelle Obama ensayaba sus discursos sobre educación y salud. Donde Hillary diseñaba sus propuestas sobre sanidad. Donde Jill Biden sigue impulsando programas de apoyo a familias militares y a la enseñanza pública. El Ala Este fue su territorio, su espacio de trabajo, su símbolo.
De los árboles de Navidad a los grandes cambios
Más allá del poder político, el Ala Este también ha sido el escenario de las tradiciones más entrañables de la Casa Blanca. Cada Navidad, la decoración de esta zona se convierte en una especie de retrato del estilo presidencial: ¿Los bastones de caramelo rosa de los Biden o los árboles nevados de los Trump? Cada familia deja su huella, y los estadounidenses lo viven casi como una tradición nacional.
Pero lo que está en juego ahora va mucho más allá de los adornos. Los planes para transformar esta parte de la Casa Blanca en un gran salón de recepciones y eventos suponen desmantelar el espacio donde las primeras damas construyeron su papel político y social.
Y eso, para muchos, es un error histórico. Porque en esas salas nació una forma diferente de liderazgo, un poder más callado, más humano, pero igual de decisivo.
Un símbolo que no debería desaparecer
El Ala Este cuenta, sin palabras, cómo las mujeres fueron conquistando un espacio propio dentro del poder. No es solo el lugar donde los presidentes jugaban con sus perros o se hacían fotos familiares; es donde sus esposas comenzaron a ser escuchadas.
Convertir ese lugar en un salón de fiestas sería como arrancar las páginas más personales del diario de la Casa Blanca. Porque allí, entre chimeneas, despachos y pasillos, se escribieron algunas de las historias más valientes de la política estadounidense.
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