En España hay ya monedas virtuales de curso legal. En Santa Coloma de Gramanet, Barcelona, desde hace seis años tienen su moneda local: la grama. "El valor de la Grama es un euro; es un pago digital, en eso si que se parece a la bitcoin. Lo que le da sentido a esta moneda social es mejorar la actividad económica fidelizando el gasto público en nuestra trama comercial", ha explicado la alcaldesa, Núria Parlón.

Allí, el Ayuntamiento paga una parte de sus subvenciones a las empresas locales en su moneda digital. A cambio, solo lo pueden gastar en comercio local. Calculan que así el 90% del presupuesto se reinvierte en la ciudad. Es decir, su objetivo es que su moneda virtual acabe usándola todo el pueblo. Y todo controlado por el Estado, justo lo que no ocurre con las criptomonedas.

"La diferencia entre la moneda local y social y la criptomoneda es que la primera va de eso, de que el dinero no salga del circuito; proteger el consumo local, proteger la fuga de capital. La criptomoneda es otra cosa diferente, se ha convertido en un activo para escapar del control de los estados y de los bancos centrales", ha explicado Yago Álvarez, periodista de 'El Salto'. Nuestro dinero corriente depende hoy de un banco central, encargado de controlarlo.

Sin embargo, con la tecnología blockchain, las criptomonedas dependen de muchos ordenadores interconectados entre sí. Así que, en teoría, no hay una única institución que lo pueda controlar. Pero ¿qué es el blockchain? ¿Es un avance en el mundo digital? "Es lo que está detrás de la criptomoneda, las criptomonedas son solo una parte de todo lo que se puede hacer con toda esa tecnología que parece ser la nueva evolución de internet", ha detallado Silvia Semenzin, investigadora en P2P Models en la Universidad Complutense.

"Esto puede ser muy útil para acabar con la corrupción, para ver dónde va el dinero público o el de una ONG, que es el uso que se le da en países del sur", ha precisado Yago Álvarez Es lo que están haciendo en Kenia con el desarrollo de su criptomoneda, el Sarafu. Es el país de África más digitalizado. Allí, el 80% de la población navega a través de su teléfono, así que su moneda digital se extiende mucho. A través de una ONG, cada usuario recibe 50 sarafus de forma gratuita, y ya hay en todo el país unos 60.000 usuarios de esta criptomoneda.

Con la tecnología blockchain, los keniatas se aseguran un sistema ajeno a su gobierno, al que acusan de corrupción. "El blockchain podría tener cosas buenas si se usa de forma positiva", ha valorado Álvarez. Pero este punto tiene maticezs, como apunta Semezin: "No siempre es deseable eliminar los intermediarios, hay que ver de qué descentralización hablamos, no necesariamente la blockchain, en ese sentido, o la criptomoneda es democrática".