Albert Boira forma parte de esos 38 millones de personas que viven con VIH en el mundo. Aunque hoy se lo toma a risa, tal y como demuestran sus monólogos, en sus ojos permanece el brillo de un recuerdo áspero.

En aquel momento, uno de los más difíciles de su vida, lo primero que encontró fue apoyo y comprensión. "Una enfermera me cogió de la mano y me dijo que no me sintiera culpable por seguir los deseos mi tu cuerpo, que no tenía culpa de que el VIH existiera. Recibí fue una muestra de amor", recuerda.

Sin embargo, cuando Albert Boira cruzó la puerta del hospital, le esperaba el estigma. "De pronto, me sentí machacado [...] Sentí rechazo, la gente no quería ni tocarme", lamenta.