Hace ya más de un siglo, una enorme pira de opio que agentes del gobierno de Estados Unidos habían requisado ardía frente al ayuntamiento de San Francisco. Mientras Europa se masacraba en la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos arrancaba otra, la gran guerra contra las drogas.

En esa lucha se metió en el mismo saco sustancias tan distintas como la heroína, la cocaína o la marihuana, que pasaron a ser drogas ilegales. "Es curioso como drogas con una alta letalidad como el alcohol o el tabaco sean de libre acceso, mientras otras con letalidades más bajas como los psicodélicos estén consideradas ilegales", apunta el psicofarmacólogo Antón Gómez-Escolar en el vídeo sobre estas líneas.

Con el paso de las décadas llegó el auge de 'los psicodélicos'. El LSD era calificado como la droga del demonio y, de paso, se vinculaba a los movimientos sociales que protestaban contra el Gobierno. Fue entonces cuando Nixon consiguió encontrar un nuevo enemigo número uno: la droga. Para luchar contra él, tiró de fondos públicos.

El desembolso de millones y millones de dinero público para luchar contra el narcotráfico ha ido aumentando presidente republicano, tras presidente republicano, desde Reagan a Trump, hasta llegar a los más de 2.000 millones de dólares al año. Desde entonces, muchos países, incluido el nuestro, han seguido el modelo punitivo de Estados Unidos, con inversiones millonarias.