Se fugaron en 1994 para denunciar abusos

Los soldados de 'la gran fuga' se reencuentran para sanar una herida que aún sigue abierta: "Hace 31 años que no tengo contacto"

El contexto Treinta y un años después de protagonizar la mayor fuga militar de España, cinco exreclutas de la COE se reencuentran en Salvados, donde reviven aquella huida histórica que fue retransmitida casi en directo por Antena 3 y que sacudió los cimientos de la mili en nuestro país.

Los soldados de 'la gran fuga' se reencuentran en Salvados para sanar una herida que aún sigue abierta: "Hace 31 años que no tengo contacto"

En 1994, en plena recta final del servicio militar obligatorio en España, se produjo un hecho sin precedentes en la historia del Ejército: 18 reclutas de la Compañía de Operaciones Especiales (COE) escaparon de madrugada de su cuartel en Palma de Mallorca. Lo hicieron para denunciar públicamente los malos tratos a los que, según ellos, eran sometidos por sus mandos. Treinta y un años después, cinco de aquellos jóvenes se reencuentran por primera vez en Salvados, el programa de laSexta dirigido por Gonzo.

Hoy, los entonces soldados de reemplazo Burgas, Torres, Membrilla, Matamalas y Gimeno vuelven a verse las caras como hombres adultos, marcados para siempre por lo que vivieron. "La única persona que realmente sabe todo lo que he pasado es mi mujer", asegura Membrilla, uno de los reclutas con los que más se cebaron aquel año.

La COE, conocida popularmente como los 'boinas verdes', era una de las unidades más exigentes de la mili. A diferencia de otros destinos, rutinarios y limitados a instrucción básica, los reclutas de la COE se preparaban para operaciones de infiltración, sabotaje, rescate o supervivencia en condiciones extremas. Para ingresar allí había que hacerlo de forma voluntaria. Sin embargo, como le ocurrió a Mariano Gimeno Reverte, no todos sabían lo que estaban eligiendo en realidad.

El reencuentro arranca con una anécdota: Gimeno, tras tres décadas sin ver a sus compañeros, confunde a Gonzo con uno de ellos. "¿Tú quién eres?", le dice entre risas, reflejando lo mucho que ha pasado desde entonces. Pero pronto la conversación se torna seria: nunca antes se habían dicho tantas cosas a la cara y, según admiten, aún se culpan a sí mismos por no haberse defendido más entre ellos.

Abusos físicos y psicológicos desde el primer día

El primer recuerdo compartido es el de su llegada al cuartel General Asensio. "Que vienen los bultos, que vienen los nuevos", escucharon decir.

El ambiente era, según relatan, desolador. Enseguida se toparon con los intentos de autolesiones de compañeros desesperados por los 30 km en condiciones extremas que tuvieron que encarar el primer día que se dirigieron a las fuerzas especiales... y con un trato brutal por parte de los mandos. "A mí me dio una insolación y fue el primer día que me dieron de hostias", cuenta Ramón Torres Bazo.

El castigo al que sometieron al soldado Membrilla en la COE: "Le hicieron apagarse la colilla del cigarro en la lengua y tragársela"
El castigo al que sometieron al soldado Membrilla en la COE: "Le hicieron apagarse la colilla del cigarro en la lengua y tragársela"

Las humillaciones se repetían. A Carlos González Membrilla lo forzaron a reptar sobre pinchos pese a estar enfermo, le dieron culatazos que le desplazaron una vértebra y, tras pillarle fumando, lo obligaron a tragarse una colilla apagada en la lengua. Él era uno de los 'débiles' y "el débil era un maricón", para los cabos y el alférez, apodado 'El Geyperman'.

Este último, reconocen, les provocaba auténtico pánico. Torres lo describe como un hombre "mentalmente sobrepasado", aunque eso sí, destaca Gimeno, con un físico portentoso.

Matamalas, el soldado independentista

"Yo le tenía miedo, y eso que a mí no puso la mano encima", admite Matamalas. Él no lo pasó tan mal, reconoce. El soldado independentista escogió ir a la COE para adentrarse en "el enemigo" y conocer sus técnicas. "Con 18 años tenía en mente que justificaba la violencia para conseguir la independencia", confiesa ante sus anonadados compañeros tres décadas más tarde de compartir la instrucción con ellos.

Matamalas, el recluta independentista fugado que decidió hacer la mili en la COE: "Con 18 años, justificaba la violencia para conseguir la independencia"
Matamalas, el recluta independentista fugado que decidió hacer la mili en la COE: "Con 18 años, justificaba la violencia para conseguir la independencia"

Su táctica, que él define como "egoísta", de no llamar la atención e ir "a la suya" hizo que lo ascendieran a cabo. Cuando se convirtió en cabo, vio cómo él mismo estaba a punto de transformarse en uno de los que abusaban. Tras dar un puñetazo a un soldado por no obedecerle, frenó en seco. Aquello cambió por completo su perspectiva sobre el uso de la fuerza y la violencia.

Tras siete meses de mili y a solo dos de licenciarse, los reclutas estaban al límite. La llamada 'prueba de la boina', en la que les vendaron los ojos, los ataron y los lanzaron por unas escaleras, se sumó a la larga lista de torturas. A pesar de ello, cuando consiguieron superarla creyeron que todo iba a cambiar a mejor y que obtendrían el respeto de los altos mandos. Pero todo fue a peor... y esa fue la gota que colmó el vaso.

"Yo me encontré con un compañero que me decía que ya no aguantaba más, que se suicidaba", recuerda Burgas con un hilo de voz. Él mismo fue insultado en repetidas ocasiones, como recuerdan los allí presentes. "Le dijeron 'seboso de mierda' y le dieron patadas y puñetazos. Acabó reptando y llegó el primero. Recuerdo haber visto algún trozo de hueso", cuenta Gimeno mientras Burgas asiente y los ojos se le empañan.

Así planearon la fuga 'a lo Pajares y Esteso'

La perspectiva de participar en maniobras con armas les hizo temer una tragedia y eso fue lo que les hizo decidirse a dar el paso.

La fuga se planificó con sigilo. A las dos de la madrugada del 21 de febrero de 1994, los 18 jóvenes saltaron los muros del cuartel. "Aquello parecía una película de Pajares y Esteso", bromean hoy por lo fácil que les resultó salir de allí a pesar de que el plan tenía muchas lagunas. Una vez fuera, la incertidumbre se impuso. "¿Ahora, qué?", se preguntaron.

La respuesta la encontraron en las Páginas Amarillas.

La reacción del cámara de Antena 3 tras la entrevista a los 18 boinas verdes fugados: "¿Estáis seguros de lo que vais a hacer? Es un bombazo"
La reacción del cámara de Antena 3 tras la entrevista a los 18 boinas verdes fugados: "¿Estáis seguros de lo que vais a hacer? Es un bombazo"

Buscaron un medio que no fuera TVE y acabaron llamando a la delegación de Antena 3 en Mallorca. "La primera persona con la que hablamos fue la señora de la limpieza, pero movió los hilos", cuenta Matamalas. Aquella exclusiva se convirtió en "un bombazo" informativo -tal y como les advirtió el cámara- y les sirvió de protección: "Si no llegamos a ir con la televisión, nos caen 15 años de cárcel", reconoce Membrilla.

La imagen de los reclutas en aquel piso denunciando lo que ocurría dentro de aquellos muros sacudió España. Tras la fuga, se entregaron. No les quedaba otra. Pasaron tres meses en prisión, donde se descubrió que Membrilla sufría tuberculosis avanzada. Él vivió aquellos 80 días aislado en un hospital, con dos agujeros en el pulmón. Había conseguido ganarse la 'boina verde' a pesar de su delicado estado de salud. Cuando salió de allí, lo dejaron a su suerte en la puerta, con dos bolsas de basura con sus pertenencias.

¿Qué pasó con el alférez y los cabos?

En 1995 se celebró el juicio contra sus mandos. Para los soldados, la sentencia fue un mero trámite. "Fue un paripé", señalan. El alférez apenas fue condenado a un año de cárcel. "¿Es tan barato maltratar a alguien?", se preguntan tres décadas después.

Salvados revive en el programa de esta noche una historia de película cuyo final aún no está escrito para algunos de sus protagonistas. Malos tratos, abusos y la fuga más sonada de la mili vuelven a la pantalla, recordando lo que nunca debió ocurrir.

Las heridas que nunca se curan

A pesar del tiempo transcurrido, los protagonistas reconocen que aquellas vivencias marcaron profundamente su vida adulta.

Algunos se sienten culpables por haber callado, otros admiten que normalizaron la violencia, y varios coinciden en que el silencio colectivo del ejército favoreció que nada cambiara durante años. "Si hubiera entrado un psicólogo allí, nos habría mandado a la mitad a casa", reflexiona Matamalas.