Pesadilla en la cocina se traslada a Extremadura para visitar Badajoz. En pleno casco antiguo se encuentra A la parrilla, un singular restaurante especializado en carne. Toni es el actual dueño de un negocio familiar en el que contaba con la ayuda de su madre, pero desde que la mujer se jubiló, no funciona.

A penas tienen clientela y la plantilla carece de experiencia. Además, tiene unos problemas muy particulares porque cuando los clientes piden entrantes y platos principales, los trabajadores no abarcan y el servicio siempre se va al garete. Según Sonia, una de las cocineras, es porque la clientela es "muy impaciente".

Para la mujer del dueño, el fallo de Toni es que es muy blando y que no está ilusionado debido a las grandes deudas que tiene... Está desesperado. Alberto Chicote es la única solución para salvar a un restaurante que está a punto de cerrar.

Por ello visita A la parrilla y lo primero que se encuentra nada más sentarse en la mesa, es un pelo dentro del centro de mesa que es "poco agradable". Lo siguiente que hace es ver la carta donde a pesar de que el menú está viejo y roto, el chef se ilusiona con algunos platos. Otros, sin embargo, le dejan algo perplejo como "la parrillada a la parrilla".

A la hora de tomar nota, Chicote conoce a Juan, el camarero que da su diagnóstico particular de lo que sucede: "Toni es una persona blanda y deja pasar mucho y no hay nadie que nos dirija". Con esta información, Chicote confirma que "cada uno hace lo que le sale de los cojones". "Sí, incluido yo", afirma el trabajador.

Tras leer la carta y pedir la comida, llega la hora de catar los platos. El conductor de Pesadilla en la cocina se come las croquetas de cabrales "indestructibles". Para probar su 'resistencia', Chicote tira desde las alturas una de ellas al plato y ¡rebota! Ni siquiera consigue romperlas ni dándole golpes con el cuchillo. "¡No se rompe!", se asombra el cocinero. El atún, la carrillada o el solomillo tampoco reciben el aprobado.

Una vez que ha valorado la comida, visita la cocina. Allí conoce el fuerte carácter de Sonia. Toni le explica al chef de Pesadilla en la cocina que está enfadada con los comentarios que ha hecho Chicote al devolver los platos que ha probado. Sin embargo su radiografía de la cocina no hace que sus humos bajen. "A mí lo que diga Chicote me la bufa", asegura a las cámaras.

La actitud de la plantilla no mejora durante el primer servicio. El conductor de Pesadilla en la cocina se ve envuelto en un rifirrafe con Juanfran, un joven camarero que no acepta las críticas y que no sólo le manda "a tomar por culo", también critica su papel en el programa. "Si trabajara tan bien no estaría haciendo el indio por la tele", comenta.

En el comedor las esperas de los clientes son eternas y en una de las mesa aplauden cuando les llega un plato de pluma ibérica. Un hecho que enciende a Sonia, la cocinera. "En Badajoz están por civilizar", afirma. Unas palabras que dejan alucinado a Chicote.

En el segundo servicio, Alberto Chicote hace un gran ejercicio de paciencia mientras Sonia parece que se ha propuesto desesperarle porque tiene "ganas de guerra". Sin embargo, según ella, es el conductor de Pesadilla en la cocina el que le toca a ella "los cojones". El chef cree que terminará por tomarse un Lexatin.

El servicio de la reapertura es la prueba de fuego para el personal de A la parrilla pero la jefa de cocina, Herme, no está a la altura. Su descontrol lleva a errores en las comandas que llegan a colapsar la cocina y Chicote advierte del problema: "Herme está desaparecida, no podemos contar con ella". Como consecuencia, Toni se pone a los mandos del comandero para agilizar el trabajo de la cocina y sacar adelante el servicio, que junto a Sonia, consigue que sea un éxito.