Lola Prieto cuenta que, desde el momento en el que su hermano se quedó tetrapléjico a los 28 años, "su vida dio un cambio tremendo". "Los primeros años fueron muy duros y él solamente quería morir. Luego hubo un tiempo en que la vida fue un poco más liviana. Pero los últimos 12 o 15 años fueron duros porque el cuerpo se deteriora", relata la mujer.

En ese momento, dice, su hermano empezó a hablarle seriamente de la eutanasia. "Yo le prometí que cuando él no pudiera más que yo le iba ayudar a morir porque él, al ser tetrapléjico, no podía suicidarse", afirma Lola Prieto.

El hombre falleció finalmente hace un año de muerte natural por una una infección cuando se encontraba ingresado en el hospital. "Hace dos años me dijo que era el momento. Es cierto que yo iba dando largas porque no quería que se fuese, pero ya en noviembre de 2017, cuando le ingresaron, me dijo: 'Lola tienes que ayudarme, ahora sí'. Me puse en contacto con la asociación 'Derecho a una muerte digna', comencé a investigar y preparar la muerte de mi hermano", recuerda Prieto.

Sobre la culpabilidad que puede sentir una persona al ayudar a morir a otra, Lola afirma que lo que sentía era tristeza, pero no culpabilidad. "Estamos ayudando a una persona que ya no quiere vivir porque su vida no le merece la pena. En el caso de mi hermano, llevaba desde los 28 años tetrapléjico. Su vida era nada y el quería morir", señala Prieto que añade que nunca tuvo "el conflicto de cómo le iba a matar porque no le estaba matando, le estaba ayudando a morir cuando él ya no podía ni quería vivir", asegura Lola Prieto.