Negligencia médica

La abuela del niño fallecido en Alicante, sobre las doctoras: "Tuvieron una falta de empatía y de respeto increíble"

Marta Gonzálvez cuenta en Más Vale Tarde que las dos doctoras no enviaron a su nieto Aitor al hospital en ningún momento. Además, tampoco consideraron hacerle ninguna prueba para saber de dónde provenía el dolor que estaba sufriendo.

Marta Gonzálvez cuenta en Más Vale Tarde que las dos doctoras no enviaron a su nieto Aitor al hospital en ningún momento. Además, tampoco consideraron hacerle ninguna prueba para saber de dónde provenía el dolor que estaba sufriendo.

Aitor, un niño alicantino de ocho años, fallecía en octubre de 2020 por una periotonitis después de que le fuera diagnosticada erróneamente una gastroenteritis. Las médicas de urgencias han sido recientemente condenadas por negligencia y, además, inhabiltadas. Los familiares del pequeño lo llevaron a urgencias en varias ocasiones donde fue atendido por dos pediatras.

Como detalla Iñaki López, en ningún momento, según reza la sentencia, "no le exploran, no le toman las constantes vitales, no le toman la frecuencia cardíaca y, por lo tanto, no le remiten, en ningún momento, al hospital". Marta Gonzalvez, abuela de Aitor, expone que se dirigía a las doctoras avisándoles de que el niño no mejoraba. Las médicas le afeaban que hubiera vuelto al centro de salud.

"Llegué a decirles que el niño se metía los dedos para vomitar", cuenta Marta, y una de las médicas le dijo al pequeño, antes de darle una medicación, que si la iba a vomitar no se la quería dar por que era "muy cara". "Tuvieron una falta de empatía y de respeto increíble", se lamenta Gonzálvez.

Cristina Pardo manifiesta su estupor debido a que "algo tan extendido como una apendicitis se tratara con semajante desidia". Marta explica que en el juicio una de las doctoras manifestó que nunca vio a Aitor "en mal estado" mientras que la otra afirmó que vio al pequeño "muy malito pero que le dijo que fueran al hospital y ella no quiso".

Gonzálvez explica que una de las doctoras, además, le inyectó al niño una medicación que no está recomendada para niños menores de 12 años. "A las 5:30 h de la mañana nos mandaron a casa diciendo que con eso se le iba a ir el dolor", añade la abuela del niño, "y a las 7: 30 h estaba la UVI en mi casa".

"Llevo cuatro años y medio intentando enteneder un porqué", reflexiona Marta, "esa desidia, esa dejadez con mi niño". "Era un niño", señala Gonzálvez, "un adulto sabe explicar el concepto del dolor que tiene, pero era un niño, y una simple analítica de sangre sale descompensado algún valor y se lo hubieran detectado".