Armas disfrazadas
Mermelada mortal, pasteles explosivos y puros envenenados: los intentos de magnicidios que parecen de película
Los detalles Desde los planes de Hitler contra Churchill hasta los pasteles de Napoleón, los puros de Fidel Castro y el paraguas mortal de Georgi Markov, la historia está llena de magnicidios absurdos. Ahora el presidente de Ecuador entra en esta lista.

Si creías que los intentos de asesinato solo ocurren en las películas de acción, piénsalo de nuevo. La historia está llena de planes tan creativos como absurdos… y peligrosos. El último episodio viene de Ecuador, donde el presidente podría haber sido víctima de un intento de magnicidio… con mermelada.
Según informan fuentes oficiales, durante un encuentro con agricultores, una emprendedora local le regaló tres botes de mermelada. Hasta ahí, todo normal. Pero los análisis revelaron que cada frasco contenía sustancias químicas peligrosas.
La responsable sería Yoli, dueña de un pequeño negocio de mermeladas y chocolates, que defiende su inocencia: "Yo les pido que todo esto se esclarezca porque realmente me siento mal, me siento muy preocupada, soy una persona hipertensa en la cual anoche no he podido estar tranquila por todas estas situaciones que se dan", declaró.
Sí, lo leíste bien: un intento de asesinato con mermelada. Pero esta no es la primera vez que la historia mezcla comida y crimen de alto nivel.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Hitler quiso matar a Winston Churchill con chocolate negro… el favorito del primer ministro británico. La idea era recubrirlo con explosivos. Al final, no pasó de plan, pero la intención era clara: la comida podía ser un arma mortal.
Napoleón, por su parte, estuvo a punto de caer por culpa de un pastel envenenado. El problema fue que no llegó a sus manos: lo comieron unos campesinos que, milagrosamente, no sufrieron daño alguno.
Fidel Castro tampoco se libró de la imaginación de los asesinos. En 1960, la CIA roció sus puros favoritos con toxina botulínica, e incluso se plantearon llenarle el traje de buceo de bacterias letales o esconder un explosivo en una concha marina. Ninguno de esos planes se materializó.
Y si hablamos de creatividad letal, no podemos olvidar a Georgi Markov, el disidente búlgaro. En 1978, un agente le disparó un pequeño perdigón con ricino desde un paraguas mientras caminaba al trabajo. Pensó que solo querían asustarle… pero murió cuatro días después.
De mermeladas a paraguas envenenados, la historia demuestra que, cuando se trata de magnicidios, la imaginación no tiene límites. Lo más curioso es que los planes más absurdos pueden ser los más mortales… y ahora Ecuador sigue pendiente de tres simples frascos que podrían haber cambiado la historia política del país.
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