El proceso de independencia de la energía rusa está yendo mejor de lo que muchos expertos pronosticaban cuando empezó la guerra y las sanciones. El ejemplo más claro es Alemania. Su dependencia del gas ruso era altísima y ahora es nula. El porcentaje de gas ruso se ha ido reduciendo mes a mes desde la imposición de las primeras sanciones hasta desaparecer. Su lugar como socio prioritario lo han ocupado Noruega, Países Bajos y otros países del mundo.

Pero fuera de las fronteras alemanas la situación es muy similar en el resto de Europa. En 2021 casi el 40% del gas que calentaba los hogares europeos o daba energía a la industria venía de Rusia. Un porcentaje que ha ido cayendo durante todo el 2022, cuatrimestre tras cuatrimestre, hasta el 15% a finales del año pasado.

Compramos menos gas a Rusia pero a cambio pagamos un peaje: el precio. Ha subido tanto su coste que estamos pagando más a Putin por él que lo hacíamos antes. La explicación es sencilla. El precio del gas se ha encarecido un 230% en 2022. En 2021 comprábamos 8 millones de toneladas de gas al mes por 3.500 millones. En este 2022 hemos comprado casi un tercio de gas y nos hemos dejado casi 2.000 millones más.

Si poco a poco estamos dejando de comprar a Rusia, alguien estará ocupando su sitio. ¿Qué países se están beneficiando de las consecuencias de la guerra? En el caso del gas el gran beneficiado ha sido Noruega. Han pasado de suministrar uno de cada 4 litros a casi uno de cada tres. También ha crecido la aportación de otros países como Catar, Reino Unido, Estados Unidos. En el caso del petróleo también Estados Unidos y Noruega han sido los más beneficiados. Y aquí aparece también Arabia Saudí.

En nuestro país, y contra todo pronóstico, en el 2022 le hemos comprado más gas a Rusia que en 2021. De un 9% a un 12%: 3 puntos más. Antes de la guerra de Ucrania casi un 6% del gas que consumimos era ruso, pero al comenzar la invasión ese porcentaje comienza a crecer hasta llegar a un pico del 24% en el mes de junio. Ese mes solo nos envió más gas Estados Unidos. A partir de ahí nuestra dependencia del gas ruso cae y se mantiene estable entre un 15 y un 10%.

Detrás de este incremento hay dos motivos. El primero, que Argelia nos vende menos gas y el segundo que importamos mucho gas líquido para exportarlo después de nuevo como gas a nuestros vecinos. A Francia por ejemplo el mes pasado le enviamos 15 veces más que hace un año.

Desde el lunes, ningún país de la Unión Europea comprará diésel a Rusia como consecuencia de la entrada en vigor del veto comunitario. Una decisión que puede incrementar el precio del combustible. La curva de los precios en el mes de enero es ascendente y como indica la lógica esta decisión de vetar el diésel ruso no nos va a salir gratis a los ciudadanos.