Mientras el país conmemora el 50 aniversario de la muerte del presidente franquista Carrero Blanco, surge una oportunidad única para explorar las historias desconocidas que quedaron sepultadas tras la explosión del coche bomba.

Es el caso de Pedro Barrios González, un joven camarero de 19 años, huérfano de padre y con dos hermanos pequeños. Se convirtió en una víctima olvidada de aquel fatídico atentado. Asesinado por la policía, su tragedia se desencadenó aquella madrugada lluviosa, cuando, al regresar a casa, se topó con un operativo policial y fue alcanzado por una bala que terminó con su vida 14 días después.

Pedro, ajeno al operativo policial que buscaba a los responsables del atentado contra Carrero Blanco, se refugió en un portal durante la lluvia. La confusión lo llevó a encontrarse con la policía, quienes, al confundirlo con uno de los sospechosos, le dispararon. A pesar de las versiones oficiales, su madre luchó por la verdad, y el Estado terminó indemnizándola con tres millones de pesetas por el error policial.

No solo Pedro fue víctima indirecta del atentado; también los sindicalistas clandestinos que estaban siendo juzgados en esos días. Las declaraciones incendiarias del presidente del tribunal, expresando su deseo de fusilarlos, llevaron a condenas de hasta 20 años de cárcel para algunos, aunque estas penas fueron posteriormente rebajadas.

Entre las víctimas olvidadas se encuentra el anarquista Puig Antich, cuyo caso no estaba siendo considerado terrorismo hasta el atentado a Carrero Blanco. La aceleración del proceso y la elevación de la pena de muerte tras la muerte del presidente llevaron a la ejecución de Antich. Además, no se puede pasar por alto a las dos víctimas que murieron junto a Carrero: su chófer y su escolta, cuyas historias también quedaron sepultadas por la magnitud del atentado.