'Está todo inventado'
De las monjas de Belorado a los "barones ladrones": Mikel Herrán explica cómo se ha vendido el patrimonio de la iglesia en la historia
A propósito de la detención de dos monjas de Belorado por haber intentado vender piezas valiosas de su convento, Mikel Herrán recuerda cuando España se convirtió en un 'mercadillo' para magnates de EEUU donde "te vendían un retablo a un dólar".

Tras la detención de las exmonjas de Belorado por, presuntamente, haber intentado vender varias piezas patrimonio de la Iglesia. Algo que, como demuestra Mikel Herrán en el vídeo sobre estas líneas, es más antiguo que la Sábana Santa.
El historiador explica que "vender el patrimonio de todos para llenar el cepillo de unos pocos no es nuevo". Todo comenzó en el siglo XIX con las desamortizaciones de Mendizábal, que consistieron en que el Estado, para hacer caja, vendió miles de propiedades de la Iglesia a precio de ganga a ricachones, que más tarde pasaron a ser "ricachones yankees".
Algo que supuso "un desastre para el patrimonio español", pues estos millonarios estadounidenses capaces de comprarse cualquier cosa eran conocidos como "barones ladrones" por su falta de escrúpulos, como Rockefeller con el petróleo o JP Morgan con la banca.
Dinero americano en busca de pedigrí europeo
Muchos de estos magnates tenían el dinero, "pero les faltaba el pedigrí", apunta Mikel, que señala que para conseguirlo algunos buscaron casar a sus hijas con algún noble europeo, mientras otros compraron antigüedades del Viejo Continente para decorar sus despachos y mansiones.
Esto convirtió España en un mercadillo donde "en vez de bragas a un euro, te vendían un retablo a un dólar". Como curiosidad, Mar-a-Lago, la finca de Trump, importó decenas de miles de azulejos, algunos con una antigüedad de 500 años. "Que los pisaron los Reyes Católicos y ahora los pisa Trump", comenta.
El mayor comprador fue William Randoph Hearst, que llegó a adquirir monasterios enteros, como en de Santa María de Óvila, que de Guadalajara viajó a California piedra a piedra. El plan de Hearst, señala Mikel, era instalar el monasterio en su casa y "usar la capilla como una piscina".
Arthur Byrne, enamorado de España "y de la pasta"
Para entonces, sin embargo, ya había una ley que impedía exportar obras de arte, pero Hearst y otros magnates contaron con la ayuda de Arthur Byrne, un licenciado en arte que se recorrió España en busca de piezas que pudiera vender. Para sacarlas del país, dividía las piedras en lotes pequeños y decía que eran materiales de construcción.
En este negocio, apunta el historiador, había tanto ciudadanos privados que habían comprado un monasterio por cuatro perras, nobles que vendían "los cuadros del abuelo" e incluso los obispos. De hecho, Mikel afirma que hoy en día gran parte de ese patrimonio se encuentra perdido dentro de colecciones privadas "de las que nunca vamos a saber".
Por todo ello, recomienda a las monjas de Belorado que "si quieren innovar y ganar fondos, mejor que lo hagan con la repostería. Si le funcionó al de los pollofres, a ellas se les ocurrirá algo".
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