400 osos pardo pueblan la cordillera cantábrica. Pastan en sus praderas y se bañan en sus ríos. Sin embargo, algunos muy atrevidos se acercan a los núcleos urbanos y pueden avistarse con cierta facilidad.
"Algunos de ellos empiezan a sentir curiosidad por acercarse a los pueblos, a la comida fácil, al recurso fácil", comenta María Párraga, coordinadora de Fundación Oso Pardo.
Los osos cada vez están más cerca de algunas localidades cántabras, incluso hace poco uno fue visto abriendo un contenedor de basura. Para evitar que suceda, los ayuntamientos de la zona han tenido que cambiarlos. También desbrozan el monte para evitar que se acerquen.
"Se pretende plantar frutales, sobre todo cerezos, manzanas, peras, muy alejados de los pueblos, en las brañas, en los montes, precisamente para que ellos tengan alimento en ese entorno", afirma Belarmino Fernández, alcalde de Somiedo.
Así se evita que busquen la fruta en el pueblo, donde además colocan ahuyentadores. Y en el caso de que un ejemplar sea reincidente, se le coloca un collar GPS para tenerlo localizado.
Eso sí, pese a su cada vez más cercana presencia, los osos pardo no dejan de ser un atractivo para el turismo rural y en Somiedo celebran su vuelta
"Estamos haciendo pequeños miradores en los exteriores de los pueblos para ordenar todo ese flujo turístico", indica el alcalde.
Y Marc Alonso, especialista en osos pardos, advierte de qué hacer si nos encontramos con uno: "Evidentemente mantener la distancia. Estamos en la era de los selfies y estas conductas no son apropiadas. No gritar, evitar cualquier actitud que el oso piense que es agresiva. Una vez que el oso nos haya detectado lo más normal es que se aleje".
Y así debe seguir siendo. Sin acercarnos y, por supuesto, sin darles comida. Los osos han vuelto, pero los queremos a distancia.