Al principio de la pandemia no había problema, como estaba en ERTE, Estevo podía cuidar de sus dos hijos mientras su pareja trabajaba; pero ahora se ha reincorporado y ha tenido que dejar a los niños con la abuela, a pesar de los riesgos: "La madre de mi compañera tiene 80 años y está con una pierna rota, así que solo nos puede ayudar mi madre, que tiene 65 años", explica.
Cada día, su pareja sale de casa a las 7:30 de la mañana y vuelve a las 8 de la noche; él tiene horario continuado y sale a las 16 horas, pero su madre vive a 20 km de distancia y tanto para él como para los niños era demasiado "desgaste". Así que han decidido dejarlos con la abuela toda la semana: "Tenemos unos hijos que son como las bicicletas, les vemos solo el fin de semana, ¿para eso tuvimos hijos?", reflexiona.
Una solución que este padre gallego no quiere que se alargue en el tiempo: "No les quiero dejar allí todo el verano porque mi madre también tiene su vida", dice. El campamento estival al que les solía llevar cada año sería una salvación, pero todavía no sabe si se celebrará ni en qué condiciones se hará, una incertidumbre a la que se une el miedo "porque no sé cuántos niños va a haber, no sé qué normas siguen en sus casas", confiesa.
Un protocolo sanitario de mínimos: nadie sabe bien qué hacer
Una duda que ronda no solo a los padres, sino también a los agentes del sector. "¿Qué tiene que hacer un campamento? Esa es la gran pregunta que nos hacemos y lo importante es conseguir un protocolo completo", dice José Manuel Fernández, portavoz del Colectivo de Campamentos de Verano que, creado hace tan solo unas semanas, aglutina a más de 500 empresas del sector.
Hace quince días el Ayuntamiento de Madrid suspendió los contratos relacionados con los campamentos urbanos de este verano en la capital; aunque dejó la puerta abierta a una posible reactivación, teniendo en cuenta la evolución de la pandemia. Donde sí los habrá será en A Coruña, que comenzarán a finales de junio y no se extenderán más allá de julio. Andalucía también ha aprobado un programa de refuerzo para todo el verano y Barcelona ha puesto en marcha un plan extraordinario de actividades durante los meses de julio y agosto.
"No hay nada que avale una decisión a favor o en contra de llevar a cabo campamentos"
Sin embargo, a día de hoy todavía "no hay nada que avale una decisión a favor o en contra de llevar a cabo campamentos", asegura Fernández. Tampoco existe ningún protocolo específico aprobado por el Ministerio de Sanidad para regular estas actividades, algo esencial para el Colectivo de Campamentos de Verano, que pide una guía estatal: "Hacer 17 modelos de campamentos, uno por Comunidad Autónoma, es una locura. Queremos un protocolo que dé respuesta desde cómo tengo que abrir hasta cómo tengo que afrontar un caso de coronavirus que se pueda dar", pide Fernández.
Hasta el momento, Cataluña es la única comunidad que ha aprobado varios protocolos específicos sobre cómo llevar a cabo colonias, centros de verano y acampadas. Sin embargo, en el ámbito estatal solo existe un borrador del Instituto de Juventud (Injuve) que da pautas para 'una desescalada con garantías del ocio educativo', que no está avalado por el comité de expertos del Ministerio de Sanidad. Para facilitar el trabajo, el Colectivo de Campamentos también ha redactado un documento, que ya le ha facilitado a Sanidad, pero "al final no han hablado con nosotros", se lamenta Fernández.
Este mismo fin de semana, el BOE ha hecho mención a las actividades de tiempo libre para niños y jóvenes, que podrán celebrarse a partir de la fase 3 de la desescalada: "Las medidas no son nada específicas y dejan un poco la responsabilidad a cada uno", se queja Fernández y añade que es "un protocolo de mínimos que habla sobre todo de distancia física y aforos, algo que no soluciona el problema y desde el punto de vista de la ejecución, es muy muy difícil".
Una incertidumbre que no cesa
A pesar de la falta de un protocolo estatal al que den luz verde las autoridades sanitarias, muchas instituciones públicas y privadas se han puesto en marcha y han comenzado a recoger inscripciones para restar un poco la ansiedad de las familias. Ahora ya saben que podrán abrir a partir de la fase 3 de la desescalada pero, como critica el Colectivo de Campamentos de Verano, las medidas son "poco específicas".
'¿Sabes algo?, ¿cuándo podrás abrir? Eres mi salvación'. Son los mensajes con los que amanece a diario Marta Somolinos, educadora infantil y dueña de Gnomos y Hobbits, una ludoteca del municipio madrileño de Móstoles. Su día empieza con las preguntas de las madres y continúa con las llamadas de rigor a la Comunidad de Madrid y al teléfono de información estatal, el 060: "Tengo a 25 niños en lista de espera para el campamento de verano hace más de un mes".
Después de meses de incertidumbre, con la publicación del BOE del sábado, Marta sabe que podrá abrir la ludoteca a partir de la fase 3 de la desescalada, pero solo para 9 niños, de los más de 30 que tiene normalmente. Sin embargo, ante la falta de un protocolo concreto, teme que si algún pequeño se contagia fuera, tenga que volver a cerrar. Tampoco sabe qué hacer si se vuelve a una fase anterior de una semana para otra: "¿Los niños dejan de venir?". Marta, como tantos otros autónomos del sector de los campamentos, se enfrenta a un sinfín de preguntas sin respuesta.
"Me tengo que ir basando en noticias de otros sectores para intuir mi opción de apertura"
Más allá de los centros escolares y las escuelas infantiles, las ludotecas son un elemento fundamental tanto para la conciliación como para la educación de los pequeños. Sin embargo, estos espacios de aprendizaje no están regulados por el Ministerio de Educación y en la desescalada se encuentran en tierra de nadie: "Me tengo que ir basando en noticias de otros sectores para intuir mi opción de apertura", lamenta la educadora.
Soraya es una de las madres que está pendiente de que Marta pueda abrir las puertas de nuevo: "Mi hijo ha ido siempre al campamento de la ludoteca para conciliar, pero también para que siga relacionándose con otros niños y no pierda la rutina del cole, que tres meses son muy largos y más cuando no te puedes ir al pueblo o a la playa", reconoce la joven.
La situación de Soraya es peculiar porque está separada y tanto ella como el padre de su hijo trabajan en un cine: "Ahora mismo estamos en ERTE y no sabemos cuándo vamos a volver a trabajar". Asegura que lo ideal sería incorporarse a tiempo completo cuanto antes, por la situación económica, pero en ese caso "¿con quién dejamos al niño?", se pregunta.
Conciliar también es un problema económico
Muchas opciones de conciliación están subvencionadas, pero otras muchas requieren una inversión de dinero a la que no todos pueden hacer frente. Cuando nació su hija mayor, Estevo dejó de trabajar para cuidarla: "porque mi compañera tiene un buen trabajo", cuenta. Una situación que, ante la falta de medidas de conciliación, ambos se están volviendo a plantear: "Vamos a esperar a ver cómo viene el mes de junio, si hay campamentos, en qué condiciones… Y si no, volveré a dejar de trabajar para cuidar a los niños", asegura. Porque al final "lo comido por lo servido": lo que ingresa uno de los progenitores es lo mismo que se gastan en campamentos o actividades: "con lo cual ni tienes dinero ni hijos", sentencia.
A la imposibilidad de llevar a los niños a campamentos o ludotecas de momento, a Soraya se le suma la imposibilidad de "tirar de los abuelos" y el estar separada del padre de su hijo: "No te puedes plantear ni siquiera el lujo de pedir una reducción de jornada o dejar de trabajar para cuidar a tus hijos".
"Para vivir y ganar dinero tendría que subir el precio, pero no me parece bien"
La crisis del coronavirus está haciendo que se resienta la economía familiar, pero también las de las pequeñas empresas como la de Marta, que lleva tres meses sin ingresar un solo euro y que, aunque sí tenga gastos para implementar algunas medidas de seguridad para cuando pueda abrir, no puede reflejarlas en el precio de las actividades: "Para vivir y ganar dinero tendría que subir el precio, pero no me parece bien porque todas las familias van a estar en la misma situación que yo y subir el precio sería ahogarles".
El portavoz del Colectivo de Campamentos de Verano asegura que "solo con lo que llevamos acumulado de pérdidas", ya es un drama económico y algunas empresas han tenido que cerrar. Sin embargo, insiste en que el debate ahora no es ese, sino si los campamentos puedan llevarse a cabo en las máximas condiciones de seguridad. Fernández reconoce que este "no va a ser el mejor verano de nuestras vidas".
Otro gasto más
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