Estuvo 20 horas atrincherado en un bar de Zaragoza y durante todo ese tiempo, Luis sólo pidió una cosa al negociador: ver a su expareja. Según fuentes policiales, estaba obsesionado con ella.
Al parecer, Fátima rompió con él después de pedirle prestados 40.000 euros para el traspaso del negocio. Los agentes sospechan que Luis quería verla para matarla y por eso no lo permitieron.
La alternativa consistió en dejar que Luis pudiese hablar con su expareja, pero sin verla. Para ello, los agentes colocaron un chaleco antibalas a Fátima y la dejaron entrar a la planta baja de local, mientras él permanecía en el altillo. Pero este encuentro no sirvió de nada. Luis sólo contestaba con monosílabos.
Tampoco su familia consiguió convencerle. Lo intentaron su hermana y también su hijo. En el local había dos elementos peligrosos que preocupaban a los agentes: gas y alcohol. Temían que Luis los empleara para quitarse la vida.
Por eso, una vez agotadas todas las posibilidades de negociación, la policía decidió lanzar gases lacrimógenos en el interior del bar para forzarle a salir. Pero Luis se escondió en otra sala y, tras 20 minutos, hablando con el negociador, se suicidó.