Eduardo lleva ingresado dos años por COVID-19. Con 58 años contrajo el virus e ingresó en un estado muy grave. Desde entonces lleva más de 700 días sin salir de las cuatro paredes del hospital.

"He pasado dos cumpleaños, dos Semanas Santas, dos Navidades, dos inviernos...", relata Eduardo Lozano, que acaba de cumplir los 60 y nunca pensó que a esa edad necesitaría un andador.

Eduardo era taxista y cree que se contagió trabajando. Ahora, con una incapacidad absoluta por el coronavirus, se ha visto obligado a vender su taxi y la licencia. Con tan solo 60 años tendrá que convivir con las secuelas que le han quedado en los pulmones, además de "arritmias y cansancio".

Cuando sus amigos le volvieron a ver, se quedaron boquiabiertos. "Eres un cadáver, solo se te ven los ojos", cuenta que le dijeron. Además, explica que "cuando estaba normal pesaba unos 85 o 86 kilos" y que perdió "unos 30 y algo". "No me dejaban mirarme al espejo", recuerda Lozano.

Tras la odisea vivida y a la espera de que le den el alta en un mes, Eduardo quiere buscar a Alaya, una de las enfermeras que más lo ayudó, y hacer vida normal. "Tomarme una cerveza", ansía Eduardo una vez recuperado.