La circularidad es un concepto que debería sonar a cualquier persona que se preocupe un mínimo por el medio ambiente. Si no había llegado a ti todavía, te lo explicamos a través del viaje que hace la botella de plástico de agua que tienes entre tus manos.
La circularidad es el proceso por el cual un residuo vuelve a la cadena de valor mediante su reciclaje. Hablamos también de otros envases que pueden acabar siendo la camiseta deportiva que llevas puesta o el juguete con el que juegan tus hijos o hijas. Y eso es, ni más ni menos, lo que sucede con los envases que depositamos en el contenedor amarillo. Te resumimos todo este viaje en cuatro puntos:
Compra, consumo y separación en el hogar
La primera parte de este viaje empieza en el supermercado. Hacer la compra es, para muchos y muchas, un acto rutinario, y no siempre reparamos de forma consciente en algunos detalles, como puede ser el diseño del envase de los alimentos y productos que consumimos.
Si nos fijamos, el envase nos informará en muchos casos del material con el que está fabricado, si ya ha sido reciclado (cada vez hay más empresas preocupadas por el ecodiseño) y cómo puedes desecharlo una vez terminado su uso.
Del supermercado a casa, y el viaje sigue de casa al cubo de basura, pero, ¿a cuál? Los envases del contenedor amarillo están muy presentes en nuestro día a día: botellas de plástico de bebidas, briks de leche, latas de refrescos y conservas, aerosoles como los desodorantes, las bandejas de corcho blanco que nos sirven con la carne o el pescado, o envases pequeños como los del yogur son algunos de ellos.
También tenemos envases y embalajes de papel y cartón, que van al contenedor azul Si no lo tiramos en el contenedor adecuado, este viaje se acaba y no contribuiremos a la circularidad. Pero la mayoría sí lo hace: de los 1,6 millones de toneladas de envases recicladas en 2022, 1,2 procedían de los envases que los ciudadanos separaron en los contenedores amarillos y azules de la calle y en las papeleras de colores.
Recogida por un camión
Ver a un camión recoger los distintos residuos, sobre todo a los más modernos y automatizados, es las de las cosas más hipnóticas que hay. "Los peques de la casa se quedan mirando interesadísimos", como contó a laSexta Pedro, un conductor que recoge el contenedor amarillo. En este vídeo recogimos cómo es la ruta diaria de un camión como el suyo.
Lo más interesante de esta parte del proceso es saber que, a pesar de los bulos que vuelven una y otra vez que dicen que todo va al mismo sitio, cada camión recoge un tipo de residuo, excepto algunos que tienen dos compartimentos separados para distintos tipos de residuos, y que nunca se mezclan.
Tras su recogida, el camión sigue su ruta hacia su destino, una planta de selección de las 97 que hay distribuidas por toda España, donde serán tratados.
Planta de selección
Llegamos a la planta de selección, un espacio muy grande y llenos de cintas transportadoras. ¿Qué se hace en, por ejemplo, una planta de selección de envases del contenedor amarillo? Lo primero, los residuos pasan por una cinta para separar todo lo que no tenía que haber ido al contenedor amarillo como los juguetes de plástico o los cepillos de dientes.
Después empieza otra selección, la de separar los envases de plástico, los briks y los metálicos por tipo de material. Cada material utiliza un proceso y maquinaria distintos; por ejemplo, en el caso de los envases metálicos, se utiliza un sistema de imanes y, para el plástico film, la aspiración. Una vez separado, se empaquetan mediante prensado para dar lugar a las llamadas ‘balas’ para enviarlos a empresas recicladoras homologadas.
En la planta de selección, los envases se clasifican en 7 grupos:
- Plástico PET (polietileno tereftalato): el de las botellas de bebidas, que se puede convertir nuevamente en botellas de bebidas o en textil.
- Plástico PEAD (polietileno de alta densidad): aquel que procede de detergentes y cremas corporales, que se puede convertir en nuevas botellas y tuberías.
- Plástico mezcla: el derivado de los envases de yogures, mantequillas y productos lácteos, que se pueden transformar en mobiliario.
- Plástico film: el de las bolsas, que se convierte a su vez en nuevas bolsas.
- Briks: pueden convertirse en cajas de cartón y papel para libros.
- Acero, proveniente de las latas de conserva.
- Aluminio de muchas de las latas de refresco y también otros envases, como desodorantes: junto con el acero, se pueden usar para llantas de bicicletas, ollas y sartenes, etc.
Empresa recicladora
El último tránsito del residuo antes de convertirse de nuevo en un nuevo producto que pueda tener una segunda vida es su tratamiento en una de las 426 las plantas recicladoras que hay en España. A ellas llegan las balas de las plantas de selección, para ser tratadas de forma especializada y transformar esos restos separados en materiales con valor de mercado y listos para volver a ser un producto cerrado.
Para ello se usan multitud de técnicas, según el material tratado: desetiquetado, triturado, lavado, decapado o separación por densidades, e incluso tratamientos físico-químicos.
Como ejemplo, para reciclar esa botella de plástico de bebidas (PET) con la que habíamos iniciado este viaje se utilizan todos los siguientes procesos:
- Clasificación: con un láser que identifica el material según su composición, color y tamaño;
- Corrientes de aire: para eliminar etiquetas y otras impurezas;
- Triturado del material;
- Lavados de los fragmentos obtenidos del triturado;
- Flotación: se usa un sistema para separarlo de los tapones, que quedan arriba;
- Secado de los fragmentos.
El resultado final son unas pequeñas escamas de PET, nueva materia prima reciclada lista para fabricar, entre otras muchas cosas, la botella con la que hemos iniciado este viaje circular.
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Según un estudio de Kantar para Ecoembes sobre 'Hábitos de reciclaje de la población española', 4 de cada 5 hogares declaran reciclar. No sabemos si todos ellos conocían el destino final de esos envases, pero, si se da el caso, ya sabes que la circularidad y el viaje de los envases para obtener una segunda vida se puede resumir en cuatro pasos.
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