Según explicó Ana Julia Quezada en su confesión ante la Guardia Civil, el encuentro con Gabriel Cruz aquella tarde del 27 de febrero fue fortuito. "Salí de casa con el coche y en el camino de tierra me encontré a Gabriel. Estaba solo jugando con un palito. Le dije: 'hombre, si estás solo vente conmigo. Voy a la finca", le dijo a los agentes.
La autora confesa cuenta que se subió al coche y fueron hasta la finca de Rodalquilar donde ella se puso a pintar y él se quedó fuera jugando: "En un momento dado me asomé y le vi jugando con un hacha. Y entonces le dije: '¿pero qué haces jugando con un hacha?'".
Y añade: "Él me insultó, yo le intenté quitar el hacha y él me dijo: 'tú no eres mi madre, tú no me mandas y además, no te quiero volver a ver nunca'. Así que nos peleamos por el hacha, se la quité y al final, con la rabia, acabé asfixiándole, tapándole la nariz y la boca".
"Fue dentro de la vivienda cuando estaba muerto, que me di cuenta de que tenía un problema importante. Saqué el paquete de tabaco y me fumé un cigarro. Y estuve pensando", continúa la declaración en la que dice que todo fue en legítima defensa para evitar ser agredida.
Ana Julia sigue explicando por qué escondió el cadáver: "No quería hacerle daño a Ángel, así que lo mejor fue enterrarlo. Cogí una pala y lo enterré. Así él no sabría nunca lo que había pasado. Me llevé la ropa al terminar a casa de la abuela y la escondí en casa de la abuela de Ángel".
"Si coloqué la camiseta en los juncos fue para despistar. Bueno, días más tarde cogí lo que quedaba de la ropa de Gabriel y la tiré dentro de un contenedor de vidrio enfrente de un hotel. Al final vine a buscar el cadáver porque me dijeron que les entregase la llave y me puse nerviosa", concluye. Cuenta que lo hizo todo sola. Unos hechos de los que, según su abogada, se muestra muy arrepentida.
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