En una audiencia celebrada en el Tribunal Superior de Londres, el magistrado Nicholas Francis determinó que los padres del bebé, Chris Gard y Connie Yates, y el hospital Great Ormond Street, donde el bebé está ingresado, tengan de plazo un día para decidir cuál será el programa de cuidados que recibirá el pequeño y cuánto tiempo le queda de vida.
La familia de Charlie, un bebé de 11 meses aquejado de una rara enfermedad que le ha dejado en estado terminal, había pedido que se les concediera una semana junto a su hijo antes de dejarle morir y su abogado, Grant Armstrong, dijo que ha encontrado a un médico para cuidar al bebé en sus últimos momentos. No obstante, ese doctor ha resultado ser médico de familia y no el especialista en cuidados intensivos de pediatría, que el citado hospital considera "esencial" para dar la atención adecuada que precisa Charlie en ese último tramo.
El juez confió en que ambas partes lograrán alcanzar un acuerdo sobre el plan de cuidados al niño antes de mañana, pues, de lo contrario, el bebé será igualmente trasladado y se pondrá fin a su tratamiento paliativo poco después. Los padres de Charlie solicitaron esta semana a la justicia que su hijo pudiera salir del hospital y así fallecer en casa, tras abandonar su lucha legal de los últimos meses para poder someterle a una terapia experimental en Estados Unidos.
Los médicos veían inviable esa opción por motivos prácticos y abogaban por un centro especializado en enfermos terminales, alternativa finalmente aceptada por la pareja. Durante la audiencia, se evidenciaron diferencias entre el equipo legal de los padres de Charlie y los médicos del hospital londinense sobre el plan de atención médica para los momentos finales del niño.
Charlie padece el síndrome de depleción de ADN mitocondrial, un extraño desorden que inhabilita la capacidad del cuerpo de dar energía a los músculos y, según el citado centro médico de Londres, su calidad de vida no mejoraría con la terapia experimental. Sus padres han protagonizado una campaña internacional con el apoyo del presidente estadounidense, Donald Trump, y el papa Francisco, y han reunido medio millón de firmas en apoyo de su causa así como 1,3 millones de libras (unos 1,5 millones de euros) que hubieran financiado el tratamiento.