Entre Madrid y Salamanca hay 221 kilómetros. Casi tres horas de trayecto. Lo que para más de 600 agricultores hoy les ha supuesto madrugar (y mucho) para poder asistir a la manifestación convocada por las asociaciones agrarias frente al Ministerio de Agricultura, en la capital. A las seis de la madrugada han salido 11 autobuses llenos de salmantinos. Entre los presentes, bostezos y cafés para llevar, pero sobre todo, ganas de reivindicar una vez más lo que ya llevan tres semanas exigiendo. Porque lejos de ir a menos, el campo va a seguir "apretando hasta que lo veamos plasmado en el papel".

Quien nos lo cuenta es José Manuel Cortés, presidente de COAG Salamanca, una de las asociaciones organizadoras de la manifestación de hoy en Madrid, junto con UPA y ASAJA. Las tres han preparado un calendario de movilizaciones contra las medidas de Europa y España para su agricultura, aparte de las protestas espontáneas que han provocado cortes de carreteras y bloqueos en ciudades desde principios de febrero. Sobre ellas, también nos habla José Manuel, mientras el autobús en el que vamos pone rumbo Madrid. Asegura que "todas las movilizaciones que se hagan, se agradecen", pero puntualiza que sus protestas no se pueden mover "a golpe de WhatsApp", sino que "necesitan tiempo".

Responde así a las críticas que se han escuchado estos días de los agricultores, recriminándoles no llegar a tiempo a las protestas, cuando comenzaron a abrirse camino en otros países europeos. También se refiere a famosa plataforma 6-F, organizadora de muchas de las manifestaciones que se han producido durante estas últimas tres semanas. Él la ve "vacía de contenido". Aunque insiste en su agradecimiento por su lucha por una misma causa, no comparte "sus objetivos, que creo que tienen un trasfondo político".

El autobús rebosa de historias. Virgilio va en primera fila. Forma parte de una sexta generación de apicultores salmantinos. Acude a la manifestación porque, para él, "o luchamos, o se acaba". Aun así, mantiene un sentimiento pesimista que parece bastante extendido entre los presentes. Sabe que "va a ser la última" generación de apicultores, "porque mis hijos no van a querer seguir ninguno".

Una filosofía que comparte Dimas. Él se ha venido con su hijo y su nieto, los tres apicultores también. En un momento del viaje, Dimas incluso ha querido pedirles disculpas por convencerles para que se dedicaran al "negocio familiar". Jesús, su hijo, tiene dos niños que "estaban muy animados, pero a los dos les estoy intentando desviar hacia otros puestos de trabajo", porque reconoce que no tienen salida. David, hijo de Jesús y nieto de Dimas, ha empezado a entender ahora a su padre y a su abuelo. Dice que tiene ganas de seguir, pero lamenta que lo que han fabricado su padre y su abuelo "se vaya a la mierda".

Sus reivindicaciones las hemos leído, visto y oído durante tres semanas. Piden que los productos extranjeros entren en Europa con las mismas condiciones que les ponen a los suyos, reducir la burocracia en su trabajo, o que se cumpla la tan aclamada ley de la cadena alimentaria. Si el Ministerio pudiera cumplir una de sus exigencias mañana, no sabrían por cuál decantarse. Todas ellas, dicen, son imprescindibles para asegurar el mantenimiento, la rentabilidad del sector y un relevo generacional.

Para que todo esto funcione, alguien ha tenido que asegurar los engranajes de esta movilización masiva. Tomás ha abierto la sede de COAG en Salamanca a primera hora de la mañana. Ha envuelto las banderas y preparado las provisiones para pasar el día en la ciudad (tortilla, empanada y, por qué no, un poco de aguardiente). A mitad de viaje, Dimas ha decidido repartir castañas e higos entre los presentes (los que no se han pasado todo el viaje dormidos).

A las once de la mañana han llegado a Méndez Álvaro. Gonzalo nos cuenta al bajar que muchos no han venido por sentir "que perdían un día de trabajo". Nos explica que muchos, por ejemplo, tienen ganado a su cargo y no pueden permitirse dejarles veinticuatro horas sin atención. Otros, como él, vienen porque más que sentir que pierden un día, "venimos a ganarnos el futuro".