Nadie recuerda con demasiada concreción el primer día que se puso una mascarilla en España, salvo casos contados. Tras aquellos meses de confinamiento en los que los días se fundían unos con otros, en los que las semanas pasaban y la vida permanecía congelada, nos acostumbramos a salir a las calles, a las plazas y a los comercios cubiertos. Protegidos. A distancia.

Tras el lío legislativo, tras la carestía de suministros que propició que primero se nos dijera que no, luego que sí, y vuelta a empezar, se coló la estrella invitada de nuestra pandemia. Un elemento que caracterizaría una época y que se convertiría en un complemento más en nuestra vida: la mascarilla.

Hasta hoy. Desde este sábado, la mascarilla puede quedarse en el bolsillo en los exteriores, siempre y cuando se respete la distancia de seguridad.

¿Qué implica? ¿Qué cambios puede llevar para nosotros? ¿Puede ser un desencadenante para la inseguridad o la ansiedad? laSexta reúne a los expertos para charlar sobre las implicaciones del cubrebocas, un elemento alienígena hasta hace muy poco… y, aún, protagonista de nuestra vida.

De la cirugía a la vida normal

"La mascarilla es un elemento que ha cambiado de interpretación de manera dramática a partir de la pandemia", sonríe al otro lado del teléfono Eduardo Irastorza, profesor de Estrategia y Marketing de OBS Business School. "Hasta ahora se identificaba con la medicina, la cirugía, o con la idea de Japón, donde la gente se pone la mascarilla para no contagiar a los demás en el trabajo".

Ahora, lo hacemos con encierros, con cifras terribles, con hisopos, con vacunas. Pero también con solidaridad, con mascarillas de colores, de tela. Con complemento de moda. "Con la mascarilla aprendimos a interpretar a las personas de otra manera también, porque nos impedía ver parte de su rostro. Antes, eso significaba que iba a hacer algo indebido, en un atraco, en una manifestación".

Nada más lejos de la realidad en estos momentos. "Lo asociamos a todo tipo de personas en todo tipo de circunstancias", comenta el profesor Irastorza. Una visión de 360 grados, completa, donde cabe todo. También el nerviosismo.

Al principio, con los primeros usos, "no sabíamos muy bien qué iba a pasar con la mascarilla", admite la socióloga y profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid Amparo Lasén. "Era una cosa novedosa que ha pasado a formar parte de nuestra normalidad. Es más, si lo comparamos con países de nuestro entorno, los españoles somos de los que más concienciados estamos", afirma la experta.

Cómo afrontar el cambio

Se ha convertido en algo natural en nuestro entorno el ver series, películas, imágenes de aglomeraciones con nuevos ojos. Echando de menos la mascarilla. Buscándola en sueños o mirando, obnubilados, a quien se la hubiera olvidado por la calle.

Puede que con la nueva norma auspiciada por el Gobierno de Pedro Sánchez en la misma semana en la que ha aprobado los indultos a los políticos catalanes presos y ha anunciado una bajada del precio de la luz la transición hacia la vida sin pase desapercibida. Pero no lo hará para nuestro cerebro.

"Los tipos de reacciones que va a haber, dentro de lo lógico, todas son normales, porque responden a diferentes opiniones. Depende de lo que has pensado de las mascarillas, así reaccionarás", asegura la psicóloga clínica Elena Dapra, experta en bienestar psicológico en la empresa. "La ausencia de mascarilla va a hacer que suframos un impacto -leve, al que nos adaptaremos rápidamente- porque ha sido el símbolo de nuestra seguridad". Un símbolo, a sus ojos, malentendido, porque lo que realmente lo encarnaba era la distancia social.

Conflictos y uso politizado

A ojos de la también Vocal de sección del Colegio de Psicología de Madrid, ha habido tres tipos de personas, en lo que a cubrebocas respecta: el que aceptaba la mascarilla "a rajatabla -le pusieron la norma moral y legal y la aceptó-", el que "aceptó la mascarilla y le pareció una buena medida junto con la distancia social", y el que "no aceptaba la mascarilla y creía que no era útil".

Así, dependiendo de la actitud con la que se asumiera, aparecerán los "conflictos". De cada uno dependerá la percepción de riesgo. "Hasta el uso de la mascarilla se ha politizado", se lamenta el economista Pedro Rey, profesor de Economía del Comportamiento en ESADE.

"Es un símbolo, no tanto como en EEUU, pero por comunidad autónoma, casi. Dependiendo de tu ideología parece que quitarse la mascarilla es un símbolo político, tanto como dejársela", aprecia el economista.

Malos entendidos y sobreinformación

Hay quien comenta que puede que, a partir de este sábado, se dé lo que se ha venido a llamar como síndrome de la cara vacía. Desde el Consejo General de la Psicología en España puntualizan a esta cadena que no tiene evidencia científica. Que no es un trastorno como tal.

Sin embargo, la psicóloga clínica Elena Dapra considera que "al venir de estar acostumbrados a ver sólo una parte del rostro, ver las caras al completo se va a convertir en sobreinformación". "La adaptación va a ser rápida, pero a pesar de eso va a hacernos conscientes de que la gente no es sólo la mirada. Que hablamos con personas de carne y hueso".

"Vamos a volver a apreciar las introspecciones faciales emocionales. Y ahora ya no estamos acostumbrada a interpretarlas, y sucederán malos entendidos. Microgestos mal entendidos, confusión". Ante eso, su consejo: primero, preguntar; después, confirmar y, finalmente, darse tiempo. Estar seguros de que lo que creo estar entendiendo es lo que me están queriendo decir".

Ansiedad ante la no mascarilla

La posible ansiedad ante la vulnerabilidad es normal, "dentro de lo lógico", para la psicóloga. "Lo que llega a consulta son las tendencias radicalizadas: salvo que alguien ya tuviera algo ya ahí que le hiciera especialmente vulnerable a los cambios, el resto se va a adaptar bien", considera.

"No tiene tanto que ver con sentirte frente al otro, sino a que no sé qué va a pasar si me quito la mascarilla". Cuestión de percepción, a su parecer.

Porque va a haber "mucha gente muy sorprendida". En ambientes laborales, sociales o diarios en los que hemos conocido a gente siempre con mascarilla. "En la mente no quedan vacíos, hemos rellenado el resto del rostro. Gente que pensábamos que tenía el rostro de una manera, y que la tenía de otra manera".

La mascarilla, icono pop

¿Se va a convertir entonces la mascarilla en un objeto de culto, un icono pop? "La mascarilla ha tenido un componente muy interesante: ha tenido la capacidad de incluirse en la moda, en el origen de la personalidad", aprecia el experto en márketing Eduardo Irastorza.

"En marcas como Nike o con las comunidades autónomas, o con los equipos de fútbol. Ha trascendido su función sanitaria. La mascarilla se ha incluido en quiénes queremos mostrar que somos", ahonda. Por eso, no cree que "se vaya a ver como algo maldito. Recordaremos esta etapa de la pandemia y le daremos la vuelta, somos españoles. A los cinco minutos hay un meme, habrá fiestas de la mascarilla, con una mascarilla y nada más. La imaginación de la gente, cuanto más latina mejor, veremos esto de manera más divertida".

En el mundo publicitario, ya se ha visto la mascarilla para anunciar otro tipo de producto, siempre con componente estético, como los tratamientos dentales. Su valor, en cambio, no variará, según el economista Pedro Rey. No así su precio.

"En grandes superficies ya hay mascarillas rebajadas al 70%. El mercado te está diciendo directamente que va a haber menos demanda. Va a bajar la producción, pero también la demanda", analiza el experto en Economía del Comportamiento.

Y para muestra, un botón: la bolsa. "En los mercados bursátiles, compañías que hacían mascarillas han pegado un bajón, y empieza a subir el valor bursátil de las aerolíneas. Ya anticipa el mercado el menor uso", guiña el economista.

El tráfico de mascarillas

Puede que el quid del asunto ahora sea el tráfico de señales sobre las mascarillas. Dónde sí, dónde no, dónde es recomendable y dónde obligatorio. "En verano vamos a agradecer quitarnos la mascarilla en la playa, o en los sitios abiertos. Pero tampoco creo que vayamos a tener todos la misma actitud respecto de la mascarilla, habrá gente deseosa de quitársela. Relajándose. Y otra que va a seguir llevándola puesta", afirma, contundente, la socióloga Amparo Lasén.

Se refiere la profesora de la UCM a "personas más mayores, más sensibles, que se vacunan de la gripe todos los años, que van a guardar el uso de la mascarilla. Cada vez que vaya a un sitio cerrado con mucha gente, la usarán. En definitiva, un uso más asiático y no tan pandémico".

En ello concuerda el economista Pedro Rey. "Somos tan sencillos que reglas sencillas somos capaces de cumplirlas. Y cuesta mucho cambiarlas. Como nos han cambiado el mensaje de la utilidad de la mascarilla tantas veces, no me preocupa si la usamos en exterior, sino si vamos a ser capaces de utilizarlas bien en interior". Está por ver… a partir de hoy.