Cuando ir a buscar agua todos los días para la familia supone caminar durante varias horas, la escuela pasa a un segundo plano y hay que abandonar los estudios. Eso es lo que le pasó a Dawele, que a sus 14 años camina ocho horas al día para ir a buscar agua en el distrito del sur de Etiopía en el que vive, uno de los golpeados por la grave sequía que azota al país.

"Cada día camino más de ocho horas para ir a por agua. Por eso no puedo ir al colegio. Mis padres me obligaron a abandonar la escuela", cuenta Dawele que junto a sus padres y sus seis hermanos vive en el distrito de Benastmaye. Su familia se dedicaba a cultivar verduras y a criar animales, pero desde que llegó la sequía ya han perdido siete vacas.

La búsqueda de agua es una tarea que recae en general en las mujeres y los niños en todo el mundo. De acuerdo con la ONG Water.org, estos gastan 258 millones de horas al día en el trayecto, la espera y la búsqueda de agua, un tiempo que tienen que quitar a otras tareas, en el caso de los más pequeños, en abandonar la escuela. En el caso de mujeres y niñas, pasan al menos seis horas al día en esta tarea.

Según datos de UNESCO, unas tres cuartas partes de los hogares en el África Subsahariana tienen que coger agua de una fuente que se encuentra lejos de casa y entre el 50 y el 85% de las veces, son las mujeres, y también las niñas, las encargadas de ir a buscarla.

Un estudio de UNICEF realizado en Tanzania puso de manifiesto que la asistencia a clase aumentaba un 12% cuando el agua para las familias estaba disponible a una distancia a 15 minutos en comparación a cuando lo estaba a más de media hora.

En el caso de Dawele, por ahora la vuelta a clase tendrá que esperar. "Me gustan mucho las matemáticas y me gustaría ser maestra, pero no sé cuál será mi futuro", reconoce a Plan International. En el caso de Ayni, de 13 años, aún no ha abandonado del todo la escuela, pero el hecho de tener que ir cada vez más lejos a buscar agua le hace faltar con frecuencia.

Ayni y sus amigas tienen que caminar durante horas dos veces al día, esperar pacientemente en fila durante horas a que les toque el turno para llenar sus garrafas de agua en el río, cada vez más seco, antes de regresar a casa con su pesada carga. La sequía agotó el río que había más próximo a su comunidad, en el distrito de Habro, y ahora tiene que ir más lejos hasta otro río en el que aún hay agua.

"Recojo agua en el río por la mañana y por la noche", explica a Plan International, así que muchos días no puede ir a la escuela, que se encuentra a 2 kilómetros de su casa. "Muchas de mis amigas han dejado de ir a la escuela por completo porque tienen que pasar buena parte del tiempo cogiendo el agua", añade, admitiendo su temor a que su suerte sea la misma. "Solo estoy en segundo grado y debería estar en cuarto", lamenta.

No obstante, su principal preocupación ahora mismo no es tener que abandonar sus estudios. "El agua del río se está secando, lo que hace que sea más difícil encontrarla", subraya. Sin embargo, la falta de agua no es el único riesgo al que se enfrentan Dawele y Ayni. Tener que desplazarse largas distancias en busca de agua les expone al riesgo de ser agredidas o acosadas sexualmente, así como a ser atacadas por animales salvajes. Además, portar a diario los pesados bidones tiene un impacto en su salud física, advierten desde Plan International.

La ONG trabaja en Etiopía distribuyendo alimentos y agua a niños y niñas como Dawele y Ayna con el fin de mejorar sus condiciones de vida y conseguir que puedan volver a la escuela. Asimismo, en las zonas golpeadas por la sequía, también se está distribuyendo ganado y semillas para que las comunidades puedan contar con medios de vida.