El portaaviones estadounidense USS Ronald Reagan y su grupo de ataque han llegado al puerto surcoreano de Busan para realizar unas maniobras con la marina del país asiático en lo que se interpreta como un gesto de fuerza ante Corea del Norte, que está preparada desde hace meses para realizar un nuevo test nuclear. El portaaviones de la clase Nimitz atracó en el Mando de la Flota de la República de Corea (nombre oficial de Corea del Sur) en esta ciudad situada 390 kilómetros al sureste de Seúl.

El Ronald Reagan y su grupo de ataque, compuesto por el crucero lanzamisiles USS Chancellorsville y el destructor USS Barry equipado con sistema Aegis, tienen previsto participar en unas maniobras conjuntas en la costa este surcoreana en las que se espera que tome parte también el submarino de propulsión nuclear USS Annapolis.

Estos ejercicios, los primeros de este tipo en cinco años, buscan enviar un mensaje a Corea del Norte, desconectada del diálogo sobre desarme desde que empezó la pandemia y enfrascada en un plan de modernización armamentística.

El despliegue del Ronald Reagan llega después de que la cumbre del pasado mayo entre el presidente surcoreano, Yoon Suk-yeol, y su homólogo estadounidense, Joe Biden, se saldara con el compromiso de que Washington desplegará activos estratégicos en la península coreana de "manera coordinada y cuando sea necesario" en función de las acciones de Pionyang.

La última vez que el Ronald Reagan, el único portaaviones que EE.UU. tiene desplegado en el extranjero (su puerto base está en Japón), vino a la península para ensayar escenarios operativos con las fuerzas surcoreanas fue en septiembre de 2017, en plena escalada de tensión tras el último ensayo nuclear norcoreano hasta la fecha.

Seúl y Washington buscan ahora enviar un mensaje de fuerza ante la posibilidad de que el régimen norteño lleve a cabo un nuevo test atómico. La inteligencia militar de los dos aliados considera que Pionyang lleva listo desde hace meses para ejecutar la que sería su séptima detonación nuclear subterránea en su centro de pruebas de Punggye-ri (noreste del país).

"Barbarie"

El primer ministro nipón, Fumio Kishida, tachó de "acto de barbarie" el nuevo test norcoreano, mientras que el presidente de Corea del Sur, Yoon Suk-yeol, advirtió a Pionyang de "una respuesta decidida" frente a la "imprudente provocación" del país vecino. Ante los "constantes test norcoreanos" y los otros desafíos de seguridad que Japón afronta en la región, Tokio ha aprobado un presupuesto récord de Defensa para el próximo ejercicio y contempla dotarse con nuevas capacidades defensivas "sin descartar ninguna opción", según dijo el portavoz del Ejecutivo, Hirokazu Matsuno.

Asimismo, los titulares de Exteriores de Japón y EE.UU., Yoshimasa Hayashi y Antony Blinken, mantuvieron una conversación telefónica tras el lanzamiento, que etiquetaron como "una amenaza grave e inminente para la seguridad de Japón y un claro y serio desafío a la comunidad internacional".

Los jefes de la diplomacia de ambos países se comprometieron además a "reforzar las capacidades de disuasión y respuesta de la alianza", en la que también se integra Seúl, según informó en un comunicado el Ministerio de Exteriores japonés.