A finales de 2002 en los centros de poder se cocinaba el desembarco español en Irak. "No creo que podamos quedarnos sentados esperando el día en que decidan usar armas de destrucción masiva", destacaba, por entonces, José María Aznar.

Por eso, el presidente del Gobierno de entonces no se quedó sentado y aterrizó en las Azores. Aznar se convirtió en el escudero de Bush y Blair abonándose a sus postulados. "Pueden estar seguras todas las personas que nos ven de que les estoy diciendo la verdad, el régimen iraquí tiene armas de destrucción masiva", explicó Aznar.

Una certeza que defendió en el Congreso con toda la oposición en contra. "Nos viene usted a contar una burra y la verdad es que esta burra no nos la hemos creído ninguno", recalcaban, pero la verdad es que alguno sí se la creyó. "Toda la comunidad internacional cree que Irak tiene armas de destrucción masiva salvo el PSOE", señaló el, por entonces, vicepresidente del Gobierno, Mariano Rajoy.

Nuestras tropas desplegaron la bandera española en Irak. En las calles de España la batalla era otra, fueron los días del 'no' a la guerra. El PSOE varió el escenario al llegar a la Moncloa con un golpe de mano. "Que las tropas españolas de Irak regresen a casa", explicó zapatero.

Una decisión que Aznar criticó duramente cuando todavía era presidente en funciones. "Una retirada me parece un error garrafal", lamentó, pero más tarde tuvo que rendirse a la evidencia. "Todo el mundo pensaba que había armas de destrucción masiva, pero no las había", señaló. En cualquier caso, para Aznar, entrar en Irak fue una buena decisión. "El resultado de la posición española fue realmente favorable", declaró. Una postura que sigue defendiendo con convencimiento