La nueva Nakba palestina

De 30 a 5.000 dólares: el coste de sobrevivir y escapar de las bombas en Gaza que pocas familias pueden pagar sin endeudarse

Los detalles Cada transporte, cada refugio y cada suministro básico tiene un precio que muchas familias no pueden asumir, obligándolas a vender pertenencias esenciales y a sobrevivir con lo mínimo.

La familia de Mohamed —ocho personas— ha tenido que pagar más de 5.000 dólares para escapar de las bombas de Gaza

Salir de Gaza hoy no es solo un viaje: es una pesadilla. Una pesadilla que combina miedo, incertidumbre y un costo para que muchas familias es imposible de asumir. Los bombardeos no solo destruyen casas: destruyen vidas, bolsillos y cualquier sensación de seguridad.

Lo primero que paraliza a quienes deben huir es el miedo. No es solo miedo a la guerra, a los ataques, sino a enfrentarse al Ejército israelí. Para los niños, cada paso puede ser aterrador. "No quiero salir, tengo miedo", dice una niña mientras su familia intenta organizar la salida. Ese miedo inicial se convierte en un obstáculo enrome, porque nadie puede arrancar sin un mínimo de valor y coordinación, y en medio del caos, eso cuesta mucho más que dinero.

Luego viene el transporte, y aquí empieza la parte financiera que aplasta a cualquier familia. Las furgonetas en buen estado llegan a 3.000 dólares, y las listas de espera son largas. Las más pequeñas y destartaladas, dañadas por los ataques, se consiguen por unos 600 dólares, mientras que incluso llevar a alguien con lo puesto puede costar 30 dólares por persona, una cifra diez veces más alta que antes de la ofensiva. "He tenido que vender mis mantas para pagarlo", dice una madre, mostrando cómo cada dólar cuenta para sobrevivir.

Una furgoneta compartida intentando escapar de las bombas de GazaUna furgoneta compartida intentando escapar de las bombas de GazalaSexta

No todos pueden permitirse esos precios. Muchos recurren a tuc tucs precarios o simples carritos empujados a mano, arrastrando familias y pertenencias mínimas. "No tenemos dinero y mi padre está enfermo, pero tiene que empujar", dice un chico, mostrando cómo el esfuerzo físico y la desesperación se mezclan con el miedo y la incertidumbre.

Y cuando finalmente llegan al sur de la Franja, la pesadilla continúa. El refugio no es gratis ni fácil. Las parcelas donde plantar una tienda improvisada cuestan 500 dólares al mes, mientras que la tiendas mismas —precarias, pequeñas, pero indispensables— pueden alcanzar 1.500 dólares. Añadir cocina o baño significa multiplicar el gasto. Quienes no pueden pagarlo deben dormir al raso, sobre el suelo, con suerte sobre una colchoneta.

Para familias como la de Mohamed, de ocho personas, solo el traslado y la instalación superan los 5.000 dólares. Y nadie sabe de dónde sacara ese dinero. "Tras el asedio, el hambre, las penurias... ¿de dónde saco el dinero?", se pregunta, con desesperación.

La mayoría de los desplazados no tiene ingresos y ya han perdido miles de dólares en ataques o mudanzas forzadas. Esta Nakba no es solo un trauma emocional: es una ruina logística y económica que obliga a vivir con lo mínimo, a sobrevivir paso a paso, mientras la sensación de seguridad sigue siendo un lujo que pocos pueden permitirse.

Aquí, cada decisión es vital: cada dólar, cada kilómetro, cada parcela alquilada. Cada familia que logra avanzar lo hace con miedo, sacrificio y creatividad. Y aunque llegue a su destino, saben que su vida seguirá marcada por la incertidumbre, la pobreza y la desesperación, porque esta Nakba no termina con el traslado: sigue en cada día que intentan reconstruir lo que han perdido.