Ya lo dice el refrán: "Cuando el sabio señala a la luna, el necio mira al dedo". Y quizá eso explica lo que ha sucedido en las últimas semanas en el mercado de las criptomonedas, los activos digitales más famosos, donde se han evaporado monedas, las más relevantes como el bitcoin se han dejado la mitad de su valor y muchos inversores han huido despavoridos.

El 'cripto crash', lo llaman, no es sino otro más de los intensos vaivenes que sufre el mercado de las criptodivisas y que ha incrementado los recelos de los más agoreros. Es un entorno más parecido al antiguo oeste que al juego de la bolsa: sin reglas, sin supervisión, o todo o nada. Y muchos "necios", como en la frase atribuida a Confuncio, miraron al dedo de los sabios, sin saber muy bien dónde se estaban metiendo.

De la Luna a la Tierra

La "luna", en este caso, es literal: se trata de un 'token', un activo financiero, al que estaba vinculado una de las conocidas como monedas estables: Terra. Las criptomonedas pueden estar basadas en su valor fiduciario, en el que los inversores le dan como es el caso del bitcoin, o en un valor físico, como puede ser un metal precioso u otra divisa. En el caso de Terra, estaba vinculado a un activo, Luna, que se aseguraba mediante un algoritmo de que tuviera el mismo valor que el dólar.

"Es un mecanismo de puente entre la economía real y digital", elabora Javier Pino, analista de Mercados de AFI, en una conversación con laSexta. Terra se utilizaba por los inversores como una herramienta para salir de inversiones en criptodivisas sin devolverlas al mercado tradicional pero manteniendo su valor, a la espera de reinvertirlas en el momento adecuado.

Pero el algoritmo de Luna forzaba a comprar y vender bitcoin para asegurar la liquidez de la moneda. En el momento en que tuvo que hacer una venta en gran cantidad, se trasladó el temor al bitcoin, que perdió valor y provocó una desbandada de los inversores. Y su valor se evaporó.

"Esto no es nuevo: es Argentina en 2001", evidencia Pino. "Que sea un mercado de criptoactivos no significa que sea novedoso. Mantener la paridad de una divisa requiere de una liquidez brutal y si no lo ha podido hacer un Banco Central, es difícil que puedan hacerlo este tipo de activos", asevera.

El Bitcoin pierde la mitad de su valor

En dos meses, el Bitcoin, la moneda de referencia, ha perdido prácticamente la mitad de su valor desde los máximos de este año. Si una moneda cotizaba por algo más de 47.000 euros a finales de marzo, en la actualidad lo hace por 27.000. Ha perdido 20.000 de camino, pura calderilla.

"Se ha demostrado que el bitcoin no es un valor seguro. En el entorno en el que estamos, los datos son claros", señala el portavoz de la plataforma eToro, Javier Molina. Contra la creencia que había en el mercado de que esta moneda se iba a convertir en un refugio similar al oro -cuando vienen mal dadas, los inversores van a lo que saben que mantiene o mejora su valor-, la volatilidad de los activos digitales ha hecho recelar a muchos.

Pero Molina cree que, a pesar de haber dividido su valor, es la moneda más beneficiada. "Hace dos años, en marzo de 2020 valía 3.000 dólares. Ahora, en sus momentos más duros, está en la zona de los 30.000 dólares", apunta.

Un sistema basado en la confianza

Una de las claves para entender en qué consiste el mercado de las criptomonedas es que no se tratan de valores tangibles. A diferencia de la bolsa, donde la confianza también es clave, no están basadas en los resultados de una empresa o en sus previsiones a futuro. Se basa, simple y llanamente, en si los inversores creen que son el instrumento adecuado -o no- para ganar dinero.

"La caída actual no tiene nada que ver con la inflación, con el paro, con el petróleo, con la logística, con el gas, con la guerra... No es reacción directa de ninguna de estas cosas", explica en conversación con esta cadena Martín Piqueras, profesor de OBS Business School y experto en estrategia digital de Gartner. Si bien estas causas generan incertidumbre, no son la razón de su desplome. "Han ido creciendo en base a la pura opinión de las personas y a la ley de la oferta y la demanda. Al no estar asociadas a un valor concreto que pueda soportarlo, están sujetas a opiniones, a un tuit, a un pánico generalizado que se pueda producir", concluye.

Para entenderlo, pone el ejemplo de una atracción de feria. "Imagina que vas a los autos de choque. Pagas y te dan una ficha de plástico que de por sí no tiene ningún valor, salvo para montar en la barraca y haya mucha demanda para subirse. El que tenga 40 fichas es el rey. Pero si cierra la atracción y las tienes todas en el bolsillo... Estamos asignando valor a un objeto intangible en función de un contexto que es absolutamente volátil", subraya.

De moda entre los jóvenes

Ahora es cuando comienzan a corregirse los excesos. "En el territorio cripto muchos son proyectos de empresarios 'locos' que se ponen a crear soluciones. Unas funcionan y otras colapsan porque no están bien armadas", señala Molina, portavoz de eToro. "Es sano porque como humanos que somos, somos avariciosos y nos queremos forrar a toda cosa e invertimos sin entender lo que hay detrás. No significa que sea el fin", detalla.

Sin embargo, aquí entran las redes sociales y numerosos influencers que han vendido las bondades y los beneficios de apostarlo todo a las criptomonedas: enormes ganancias aseguradas con mínima inversión.

"Desde 2020 muchos chavales se han metido aquí pensando que se iban a hacer ricos sin comprender nada. Y si coges un Ferrari y lo pones a toda castaña, te la pegas", resume Molina. Aunque para él, si bien constata que han entrado muchos jóvenes, la mayoría invierten pequeñas cantidades: "Según un informe de Gemini, en Estados Unidos el inversor medio de criptomonedas gana más de 110.000 dólares al año y tiene entre 30 y 40 años. Es un viejo mito: son muchos pero que invierten cantidades muy bajas".

"Nadie da duros a pesetas", constata Javier Pino, de AFI, que señala que en muchos de los foros destinados a la inversión han tenido que compartir las principales líneas telefónicas de prevención del suicidio. "El mercado va a disciplinar a los inversores a base de golpes. El que lo haya perdido en Luna, si decide volver será más cauto y exigirá más información. Quizá no confíe solamente en su amigo de turno", afirma.

La tecnología, la apuesta de futuro

En lo que coinciden los tres expertos consultados es que la apuesta de futuro realmente es la tecnología detrás de las criptomonedas: el 'blockchain', la cadena de bloques, que hace que toda la información no esté centralizada sino que resida en numerosos sistemas de datos al mismo tiempo. Su fortaleza y su mayor debilidad: la ventaja de estas monedas es que carecen de un banco central que las controle, pero también carecen de regulador al que demandar explicaciones.

"Del mismo modo que hay dificultad para que las grandes compañías multinacionales paguen impuestos a nivel local, con las criptomonedas pasa lo mismo pero elevado al cubo", explica Piqueras.

Sin embargo, cada vez son más las voces que dan la alarma sobre estas actuaciones. El Banco Central Europeo, el Banco de España o la Comisión Nacional de Mercados de Valores ya han advertido sobre los peligros asociados a la inversión en criptomonedas. Incluso el Defensor del Pueblo ha comenzado a recibir quejas de pequeños inversores que apostaron por las cripto y lo perdieron todo.

"La regulación va a ir llegando, pero va mucho más lenta de lo que cabría esperar", considera Pino. "La Reserva Federal lo ha advertido recientemente: la inversión en criptoactivos se ha extendido como una mancha de aceite en el inversor minorista, en el de a pie de calle. Y no hablamos de grandes gestores de fondos con pérdidas. Hablamos de padres de familia y gente joven que han perdido todos sus ahorros", subraya el analista de Afi.

Porque mientras magnates como Elon Musk o chavales que emiten desde Andorra señalan las bondades de las criptodivisas, muchas personas creen a pies juntillas que el dedo apunta solo ganancias... pero oculta riesgos.