Las pancartas y carteles contra la Agenda 2030 se han paseado de forma holgada por las protestas de los agricultores en España. Algunos profesionales del campo sostienen que esta guía de propósitos para hacer frente al cambio climático hace imposible su trabajo. Se trata, en cambio, de una reclamación minoritaria y que no hacen suya los grandes sindicatos agrarios. Desde COAG afirman apoyar "de una manera clarísima los objetivos de desarrollo sostenible".

Los ecologistas, por su parte, aseguran que las críticas que se han escuchado estos días a la reducción de plaguicidas o de ayudas al regadío van en contra de un medioambiente totalmente necesario para la agricultura: "No se pueden producir alimentos al margen de la naturaleza sin suelo fértiles sin agua en los ríos en los ríos y en los acuíferos y sin adaptarnos al cambio climático es imposible producir alimentos", ha expuesto Celsa Peiteado, responsable del Programa de Alimentos de WWF España.

El auténtico problema, insisten los agricultores, no son las medidas contra el cambio climático, sino la burocracia que ha generado: "Todo el despliegue de normativa está creando una burocracia que precisamente expulsa del sector al pequeño y al mediano agricultor", ha indicado Andoni García, responsable de Organización de COAG.

De hecho, son las pequeñas y medianas explotaciones las que más están sufriendo las nuevas normativas europeas. Según García, la normativa europea "favorece a grandes empresas grandes explotaciones" y son "los fondos de inversión los que tienen músculos financieros" y para ellos "es muy fácil para una empresa de contratar una gestoría un pequeño mediano agricultor tiene que dedicar (...) horas y horas y horas de trabajo".

Una visión que comparten en WWF: "En países como el nuestro 80% de las ayudas van para el 20% de los beneficiarios, y son precisamente esas pequeñas fincas de agricultura, ganadería ecológica y familiar, las que se están quedando al margen de las ayudas".

Ese es, precisamente, el gran reto al que se enfrenta el campo: hallar precios justos, menos carga burocrática, pero también mantener la naturaleza como aliada y no como un obstáculo, tal y como defienden desde WWF. Unas reivindicaciones justas que tienen que convivir con un ecosistemas sostenible.