Putin mide, provoca y divide

La estrategia de tensión de Rusia: cruzar líneas rojas, probar la unidad de Occidente y desgastar a la OTAN sin provocar un conflicto directo

Los detalles Desde la anexión de territorios ucranianos hasta la cooperación con aliados como China e Irán, cada movimiento militar, cibernético y diplomático está pensado para medir la resistencia de sus adversarios.

La estrategia de tensión de Rusia: cruzar líneas rojas, probar la unidad de Occidente y desgastar a la OTAN sin provocar un conflicto directo

Vladimir Putin no improvisa. Cada movimiento está calculado para tensionar, dividir y medir los límites de Occidente. Desde la anexión ilegal de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia hasta la invasión de Ucrania, la estrategia rusa ha sido clara: cruzar líneas rojas y obligar a Occidente a reaccionar, sin desencadenar todavía un conflicto directo con la OTAN.

Los últimos meses han sido un auténtico ensayo de presión. Un misil ruso impactó en Polonia, matando a dos personas. Rusia ha sido señalada por sabotear cables submarinos estratégicos, mientras un caza ruso violaba el espacio aéreo de Estonia para escoltar su flota fantasma. El GPS del avión de la presidenta de la Comisión Europea fue hackeado, poniendo su vida en riesgo, y los países bálticos denuncian ciberataques constantes. Cada acto, cada provocación, está pensado para tensar la cuerda.

Hace menos de una semana, Putin advirtió que cualquier entrada de tropas extranjeras en Ucrania sería un "objetivo legítimo". Es un mensaje directo: cualquier intento de frenar su avance podría tener un coste inmediato.

Hoy, Polonia ha respondido invocando el artículo 4 de la OTAN, un mecanismo de alerta que obliga a los aliados a reunirse, evaluar la amenaza y consensuar una respuesta. Es un paso previo al artículo 5, que declara que un ataque a un aliado es un ataque a todos. Cada decisión tomada o retrasada por Occidente alimenta la tensión. Putin observa. Mide. Calcula.

El tablero se amplía más allá de Europa. La última reunión del 'eje alternativo' —Rusia, China, Corea del Norte e Irán— no es solo simbólica. Es un aviso a Estados Unidos: Putin tiene aliados con capacidad nuclear y militar, capaces de reforzar sus movimientos si fuera necesario. Mientras Trump apuesta por el bilateralismo, Putin juega a la multilateralidad, mostrando que puede contar con apoyo real si Occidente se muestra débil o dividido.

Dentro de la OTAN y la UE, la estrategia rusa también genera grietas. Trump exige que los aliados europeos gasten más en defensa y aplica aranceles, provocando tensiones internas. Países como Hungría o Eslovenia discrepan sobre la estrategia frente a Rusia. Movimientos de extrema derecha y campañas de desinformación complejizan aún más la unidad europea. Cada discordia alimenta el tablero de Putin.

El mensaje es claro: tensión constante. Cada provocación —militar, cibernética o diplomática— es un ensayo de presión. Putin busca medir hasta dónde puede empujar sin que haya consecuencias inmediatas. Divide a los aliados, fuerza decisiones difíciles y aumenta el desgaste político y estratégico de sus adversarios.

Hoy, Occidente se enfrenta a un dilema: responder y arriesgar una escalada, o mantener la calma y ceder espacio a la presión rusa. Mientras tanto, en Rusia, Putin sigue moviendo piezas, sonríe y observa: su tablero está en su favor, y la tensión que genera crece con cada día que pasa.