"No veía, pensé que mi ojo se había caído al agua". Estas son las palabras de Hector Pardoe, nadador británico que competía en la carrera de 10 kilómetros en aguas bravas cuando en la última vuelta del recorrido a nado se acabaron sus opciones de seguir.

"Recibí un codazo y pensé que había perdido el ojo. Incluso perdí las gafas", dijo Pardoe, quien pidió asistencia a los socorristas al no poder ver el estado de su ojo.

Las respuestas no fueron claras, así que el nadador decidió retirarse por precaución, aunque solo acabó en un susto: "Estoy bien. Solo me tuvieron que coser cuando llegué a la Villa porque sangraba por todas partes".

Los codazos en esta modalidad son habituales, especialmente en la salida, por la gran concentración de deportistas que hay en pocos metros. De hecho, los jueces controlan tales acciones y pueden llegar a expulsar los golpes voluntarios con dos amarillas, como si de fútbol se tratase.

En este caso, no se consideró un movimiento intencionado y la peor parte se la llevó Pardoe, quien se despide de Tokio 2020 sin el resultado esperado y algo magullado.