Cada vez quedan menos cines rurales en España y los que quedan, están echando el telón; como el de Carlos Jiménez, que convirtió el cine París de su familia en un museo para perpetrar su legado, ya que llegaron a tener 22 locales. Hoy en día, aquel viejo patio de butacas es un museo del cine.

"Pretendo mostrar la historia del cine a través de su parte científica y de la parte tecnológica, que siempre es la más olvidada", confiesa. En su labor también está mostrar cómo fueron los ancestros del cine, desde el titirimundi, al velovatio, pasando por la linterna mágica, el kinetoscopio de Edison y el cinematógrafo de los Lumière. Ciencia de otra época, en la que ir al cine era cumplir un ritual. "El público estaba toda la semana trabajando con la ilusión de que llegara el domingo para poder ir a ver una película", comenta Carlos Jiménez.

Otro ejemplo es el cine Alfonsetti de Betanzos, que sobrevivió a la guerra civil y a varios incendios. "Había tanta afición que, cuando estuvo cerrado, las proyecciones se hacían por la calle", comenta Angel Arcay, director de museo las Mariñas de Betanzos. "Había muchísima demanda, incluso por las clases populares", recuerda.

Hoy apenas quedan cines rurales en España y los últimos están echando el telón, pero sus historias y las películas que allí se proyectaron vivirán siempre.