El artista canadiense The Weeknd brilló en el espectáculo del intermedio de la Super Bowl, la final de fútbol americano de Estados Unidos, con un impactante espectáculo lleno de alegorías que, por primera vez, no se desarrolló desde el campo de juego.
Tras los primeros dos tiempos del partido entre los Kansas City Chiefs y los Tampa Bay Buccaneers, toda la atención se enfocó en las gradas del Raymond James Stadium, de Tampa (Florida), donde The Weeknd, vestido con una chaqueta roja de lentejuelas sobre un atuendo monocromático en negro, comenzó la presentación con una mezcla de sus principales éxitos.
Después de interpretar segmentos de su primera producción, 'House of Balloons', acompañado de un coro cuyos integrantes llevaban un uniforme de robot postapocalíptico, el artista siguió desde un laberinto de espejos con 'Can't Feel My Face', 'Feel It Coming' y 'Save Your Tears'.
Luego fue el turno de 'Earn It', el tema de la película 'Cincuenta sombras de Grey', que cantó acompañado de una orquesta en vivo y delante de asientos iluminados de tal forma que daban la sensación de ser edificios que luego se transformaron en la silueta de un cementerio.
El artista cerró el espectáculo con 'Blinding Lights', la canción que lo convirtió en el rey de Tik Tok durante los primeros meses de la pandemia. Y al escucharse los primeros acordes del tema el campo de juego se llenó de centenares de bailarines vestidos igual que The Weeknd.
A diferencia de todas sus presentaciones de 2020 y principios de 2021, en las que se había visto primero golpeado, luego con vendas y después con una alteración grotesca de sus facciones -todo producto de un performance visual-, el cantautor canadiense apareció en Tampa con su cara al natural.
Por contra, sus bailarines llevaban vendajes que servían de tapabocas y mantenían el concepto que el artista viene desarrollando desde principios de 2020, en el que mantiene su crítica a la falsedad de la sociedad actual y el concepto impuesto de belleza.
Al tiempo que sonaban los acordes de la canción, el artista bajó al campo, donde los bailarines se movían como un ejército macabro, en formación perfecta y con una marcha en la que se respetaba los dos metros y medio de distancia social. La formación se rompió en torno al artista, quien cerró el espectáculo a la luz de imponentes fuegos artificiales y con todos sus bailarines tendidos sobre el campo.
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