DIME DE QUÉ PRESUMES...

¿Por qué todos quieren parecer deportivos y ninguno lo es?

Hace ya unos años en que las calles están llenas de coches que parecen querer salir a correr. Los SUV coupé, los acabados GT Line, FR, ST Line y compañía han invadido el mercado con estética de bólido y alma de aspiradora.

Hyundai i30 N-Line SE

Hyundai i30Hyundai

Publicidad

La paradoja es brutal: cuanto más quieren parecer deportivos, menos lo son. Volantes achatados, asientos con costuras rojas, pedales de aluminio, hasta pinzas de freno pintadas (aunque frenen como siempre)… pero debajo, motores pequeños, suspensiones pensadas para la comodidad y un peso que cualquier compacto de hace 15 años se echaría las manos a la cabeza. Y, sin embargo, se venden como churros.

La explicación está en la imagen. La gente quiere sentirse especial sin renunciar a lo práctico. Quiere un coche con pinta agresiva para ir al trabajo, llevar a los críos al cole y hacer la compra. No buscan prestaciones, buscan presencia. El problema es que la industria se ha dado cuenta, y nos cuelan humo envuelto en vinilo negro brillante y llantas de 19 pulgadas.

El culto a la imagen

Las marcas como Peugeot, Kia, Renault o Ford lo han clavado: ofrecen versiones "deportivas" sin serlo. ¿Quieres que tu SUV parezca un coche de rallies? GT Line al rescate. ¿Que tu monovolumen tenga algo de chispa? ST Line y listo. Por dentro es el mismo coche de siempre, pero con cuatro detalles que lo hacen parecer otra cosa. Y al cliente medio le basta.

Renault Captur híbrido
Renault Captur híbrido | Renault

No se trata solo de diseño. También influye el marketing. En los anuncios todo suena a adrenalina, pasión, emoción al volante… pero en la práctica conduces lo mismo de siempre, solo que con más lucecitas y un modo "Sport" que cambia el color del cuadro y poco más. Se paga más por parecer que por ser, y eso es un síntoma preocupante.

Porque cuando todo el mundo finge ser deportivo, serlo de verdad deja de importar. Ya no hace falta tener un chasis afinado, una dirección precisa o una respuesta enérgica. Basta con parecerlo en las fotos del configurador. Y eso está vaciando de sentido lo que antes significaba tener un coche deportivo: una conexión real con la carretera.

¿Dónde queda la autenticidad?

No todo está perdido. Aún hay modelos que priorizan la experiencia de conducción real, aunque cada vez son más escasos. Coches como el Mazda MX-5, el Toyota GR86 o incluso algún que otro compacto vitaminado siguen fieles a la vieja escuela. Pero venden poco en comparación con las versiones de postureo. Porque lo auténtico no se lleva, se sufre. Y eso no vende tanto.

Al final, lo que fastidia no es que haya coches para todos los gustos. Lo que fastidia es que los deportivos de verdad se estén extinguiendo, mientras proliferan los que solo lo parecen. Es como si ahora todo el mundo llevara camiseta de Iron Maiden sin haber escuchado un solo tema. Mucha pose, poca esencia.

Que no se trata de decir que todos debamos conducir un coche radical. Pero sí de reivindicar la honestidad: si tu coche es cómodo y eficiente, perfecto. No hace falta disfrazarlo de lo que no es. Porque cuando todos quieren parecer deportivos y ninguno lo es… ¿quién queda para disfrutar de verdad del placer de conducir?

Antena 3» Noticias Motor

Publicidad