CERO EMISIONES Y CERO VENTAS
¿Mercedes ha metido la pata? Nadie quiere su todoterreno eléctrico
Lo que debía ser la joya verde de la corona se ha convertido en un quebradero de cabeza. El Mercedes Clase G eléctrico, también conocido como G 580 EQ, ha resultado ser un fracaso comercial en toda regla, aunque la marca aún no lo haya reconocido oficialmente. Las cifras cantan, y los propios ejecutivos de Mercedes han deslizado frases nada halagüeñas sobre el rendimiento del modelo.

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Lo que debía ser la joya verde de la corona se ha convertido en un quebradero de cabeza. El Mercedes Clase G eléctrico, también conocido como G 580 EQ, ha resultado ser un fracaso comercial en toda regla, aunque la marca aún no lo haya reconocido oficialmente. Las cifras cantan, y los propios ejecutivos de Mercedes han deslizado frases nada halagüeñas sobre el rendimiento del modelo. ¿Estamos ante un caso de electrificación forzada que no encaja con lo que el cliente realmente quiere?
De icono todoterreno a coche parado en el concesionario
El Clase G lleva desde 1979 siendo un símbolo de poder, lujo y capacidad todoterreno. Con ese diseño cuadrado que no pasa de moda y una presencia que impone incluso en un atasco, parecía que el salto al eléctrico iba a ser una evolución natural. Pero la realidad ha sido mucho más tosca. Presentado en abril de 2024, el G 580 EQ venía cargado de promesas: cuatro motores eléctricos, batería de 116 kWh y la promesa de seguir escalando montañas como un cabra con traje de gala.
Sin embargo, lo que ha escalado ha sido el stock en los concesionarios. En un año entero, apenas se han vendido unas 1.450 unidades en todo el mundo. Mientras tanto, las versiones de combustión (que siguen ofreciendo los clásicos V8 y V6) han colocado 9.700 unidades en el mismo periodo. La proporción no deja lugar a dudas: por cada Clase G eléctrico vendido, hay casi siete compradores que han preferido la vieja receta de pistones y explosiones.
El remate lo dan las declaraciones desde dentro de la propia casa. Según el medio alemán Handelsblatt, un ejecutivo lo definió como “un completo fracaso” y añadió que los coches están “parados en los concesionarios como si fueran de plomo”. Otro directivo se limitó a justificar el asunto diciendo que era “un modelo de nicho”. No sabemos si de nicho… o de museo.
Cuando la clientela no quiere cambiar (ni tiene por qué)
El problema de fondo parece bastante claro: la clientela del Clase G no ha pedido un coche eléctrico. Es más, lo que buscan muchos de estos compradores (especialmente en mercados como Oriente Medio, Estados Unidos o Rusia) es precisamente lo contrario: un todoterreno con músculo, sonido y olor a gasolina cara. El G eléctrico se ha lanzado en un entorno que aún no está maduro para esta conversión, y se nota.
Además, el precio no ayuda. El G 580 EQ es claramente más caro que sus hermanos de gasolina, lo que ya deja fuera a un buen puñado de interesados. Si a eso le sumamos que no tiene barra de remolque, que solo puede cargar 415 kg y que pesa más de 3 toneladas, la utilidad queda en entredicho. Por muy eléctrico que sea, sigue sin aportar ventajas claras frente al G de toda la vida.
Incluso en China, paraíso de los eléctricos y lugar donde las marcas venden lo que sea con una batería dentro, las ventas han sido ridículas: solo 58 unidades en 2024. En Europa, muchas de las matriculaciones corresponden a prensa o concesionarios, lo que sugiere que el interés real del cliente es aún más bajo, y eso que aquí nos encanta una novedad.

Mercedes intenta disimular... pero se le nota
Oficialmente, Mercedes no ha admitido el batacazo. Un portavoz ha llegado a decir que las cifras están “dentro del objetivo”, aunque sin aclarar cuál era ese objetivo exactamente. Lo que sí está claro es que varios responsables internos no se han mordido la lengua. Y los medios tampoco. De Autobild a Motor1, pasando por Foro Coches Eléctricos o Diario Motor, todos coinciden: el Clase G eléctrico no tira.
En las redes sociales han señalado que el coche ha vendido menos de 2.000 unidades desde su lanzamiento, y que el mercado ha hablado alto y claro: la electrificación, sí… pero no a cualquier precio. Ni con cualquier coche.
Esto plantea una cuestión incómoda para Mercedes: ¿vale la pena electrificar íconos como el Clase G si la clientela los rechaza? ¿Tiene sentido forzar la narrativa ecológica en un segmento que vive del prestigio, la tradición y la imagen? La respuesta, por ahora, parece clara.
Cuando forzar la electrificación no sale bien
El caso del Mercedes Clase G eléctrico debería ser una lección para todos los fabricantes: no todo se puede electrificar con éxito, y no todos los clientes quieren un motor de lavadora en su coche de lujo. A veces, el progreso técnico va más rápido que el deseo del mercado, y eso genera estos Frankenstein de showroom: caros, pesados, poco útiles y con más stock que compradores.
Mercedes ha querido demostrar que también sabe hacer 4x4 eléctricos, y probablemente lo ha hecho bien desde un punto de vista técnico. Pero lo que no ha conseguido es que alguien quiera comprarlos. Porque un Clase G, aunque venga con pantallitas, necesita algo más que vatios y silencio para convencer a los de siempre.
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