Torturado y humillado

El cruel y último encuentro entre Baena y su novia tras ser torturado y antes de ser fusilado: "Ella se dejó abrazar y él le dijo algo al oído"

Cuando Xosé Humberto Baena fue detenido, fue torturado salvajemente. Él mismo lo describió en una nota que logró sacar de la cárcel de manera clandestina. Poco después, le llevaron a Maruxa, que negó hasta el final que conociera a ese hombre que tenía ante ella.

El cruel y último abrazo entre Baena y su novia tras ser torturado y antes de ser fusilado: "Ella se dejó abrazar y él le dijo algo al oído"

"Ante mi negativa a declarar, empezaron los golpes y las torturas. Me lanzaban de un extremo a otro de la pared, golpeándome con porras y con puños. Caí varias veces al suelo, pero me levantaban rápidamente para seguir golpeándome. En una ocasión, mientras me sujetaban por la espalda, me agarraron por el cuello y me golpearon repetidamente la cabeza contra un mueble metálico, produciéndome heridas en la cara, sobre todo en la frente, pómulo y ojo izquierdo. Siguieron golpeándome y, en uno de los golpes, me arrancaron una muela. Sin ver por el ojo izquierdo y con la cara destrozada por los golpes, sangré varias veces por la nariz y en una ocasión por la boca. Firmé las declaraciones de la noche del día de las torturas".

El periodista Roger Mateos lee en Salvados este fragmento del escrito personal que sacó clandestinamente de la cárcel Xosé Humberto Baena en 1975, poco antes de ser ejecutado. El autor del libro 'El verano de los inocentes' ha investigado en profundidad la historia del último fusilado del franquismo y cuenta a Gonzo uno de los episodios más crueles al que lo sometieron mientras era torturado.

"En el momento en que detienen a Xosé Humberto, la Policía descubre que la chica que había sido detenida el 27 de mayo por la acción del banderín de enganche es su novia", cuenta. No tardaron en llevar a Maruxa hasta la Dirección General de Seguridad, ubicada en Sol, en las instalaciones que ahora ocupa la Presidencia de la Comunidad de Madrid. El lugar que sigue produciendo escalofríos a algunos de los exmiembros del FRAP entrevistados en este reportaje.

El estado de Xosé Humberto tras las torturas era tal que en un principio, Maruxa no sabía que era él. "Lo que ve Maruxa con sus propios ojos es a una persona con la cara desfigurada, destrozado por las torturas, hasta el punto de que no lo llega a reconocer", cuenta Mateos.

"Maruxa me contó que, cuando lo vio, estaba con un ojo que no podía abrir, todo negro, todo golpeado. Le preguntaban si lo conocía y ella aseguró durante todo el tiempo que no lo conocía. Y aguantó eso", narra Flor Baena, la hermana de Xosé Humberto, quien también presta su testimonio a este programa de laSexta.

Eso llevó a un momento especialmente cruel de ese careo que describe el periodista: "Los torturadores les dijeron: 'Podéis daros un abrazo, porque será el último que os podréis dar. Ya no os volveréis a ver'".

Gomáriz, un camarada exmiembro del FRAP, desvela lo que Maruxa le contó tiempo después: "Fue Baena hacia ella, ella se dejó medianamente abrazar y él le dijo algo al oído". Al parecer, ella cree que era "algo exculpatorio", pero "no lo entendió".

El jersey de Maruxa

Precisamente, Gomáriz fue quien puso en contacto, aunque indirecto, a Xosé Humberto con su Maruxa dentro de la cárcel de Carabanchel, donde recibieron a los últimos condenados a muerte del franquismo silbando 'La Internacional'. "La conversación que tuve más intensa con él, aunque fue corta, fue cuando su compañera mandó a la cárcel un jersey. Un jersey para él, que había confeccionado para él", rememora.

Maruxa y Gomáriz tenían el mismo abogado. "Él dijo que iba a meter un jersey para mí, que no era para mí, sino que era para él. Y, entonces, cuando recibí el jersey, fui inmediatamente a llevárselo", relata. "Bueno, si no lo voy a poder ni siquiera utilizar", dijo él con tristeza.

"Luego, después, cuando muchos años más tarde Flor Baena abrió su ataúd, vio que llevaba ese jersey. Es decir, lo que en un principio pensó que no le iba a hacer compañía, al final acabó acompañándole para la eternidad, porque era lo que llevaba puesto", explica.

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