Juan Carlos Aguilar es un asesino y un mentiroso. Se inventó un personaje y se vendía como el único occidental guerrero y monje de shaolín. Aguilar ha vivido de ello durante años. En su tour mediático se vendió como alguien espiritual, único y especial.

Vestía como ellos, viajaba a China y se fotografiaba con ellos, pero al parecer no tiene títulos oficiales. El Templo de Shaolín de China en España desmiente que pertenezca a los monjes de shaolín, y de paso piden que todo el peso de la ley caiga sobre él.

Muchos ven en lo que hacía a un acróbata de circo más que a un auténtico luchador. A raíz de sus múltiples viajes a China empezó a considerarse un auténtico monje budista, casi un dios.

En un gimnasio de Bilbao montó su particular mundo e imperio shaolín. Muchos le admiraban y seguían como a alguien único. Y fue más allá, creó su 'Oceáno de Tranquilidad', aunque quienes le conocen ven de todo en él menos a una persona tranquila. Lo único que queda claro es que sabía tocar composiciones a la guitarra, al menos una de Albeniz.

Los monjes budistas de verdad, los del nivel más alto, rigen su vida mediante 250 preceptos. Los monjes guerreros cumplen sólo diez de estos preceptos, y los estudiantes tienen que atenerse sólo a cinco, entre los que está 'no matar'. Este último precepto o bien se le olvidó o nunca lo aprendió.