El crimen de Dallas y todo lo que le rodeó sigue albergando grandes secretos. Una de las grandes claves es Jackie Kennedy. Fue protagonista indiscutible de los momentos posteriores a la muerte de su marido.

El 22 de noviembre de 1963, la primera dama vestía su ya mítico tweed de Channel, en rosa intenso, un atuendo que quedaría para el recuerdo.

Desgarrada, quisó mostrarse ante las cámaras con las manchas de sangre todavía sobre el diseño de la casa francesa, mostrando al mundo la tragedia que Lee Oswald, acababa de cometer.

Un traje de dos piezas, que negó quitarse en varias ocasiones, llegando a permanecer hasta dos días con él. Una pieza clave de aquel fatídico día, que guardan en la sede central de los archivos nacionales de Maryland.

Una sala al 40% de humedad que cambia el aire 6 veces cada hora, lo mantienen intacto. No podremos verlo hasta  2103, por expreso deseo de sus hijos.

Jackie, quiso despedirse a su marido a lo grande, organizó un funeral al estilo del también asesinado expresidente Linconl. En ambos utilizaron el mismo catafalco para exponer los cuerpos.

No tuvo la misma suerte Lee Oswald, el asesino, tan solo su madre acudió a su entierro por lo que fueron los seis periodistas que cubrían la noticia, los que tuvieron que portar el féretro.

Lee Oswald trabajaba en la sexta planta del antiguo almacén de libros de la plaza DILI, una perspectiva perfecta para alcanzar a Kennedy. Una cruz en el suelo recuerda el lugar exacto, dónde la bala disparada por Lee Oswald atravesó el cerebro del presidente.

Un rifle Manliccher Carcano de Cerrojo le ayudó a alcanzarlo. Lo había comprado días antes con un nombre falso. También sigue clasificado, guardando con él, el secreto del número de disparos que se realizaron ese día.

Objetos perdidos y pruebas clasificadas, piezas de un puzzle, que parecen no terminar nunca de encajar,para resolver el asesinato que cambió la historia de los estados unidos.