Alberto de la Fuente, un empresario mexicano, fue secuestrado el 29 de noviembre de 2016 y pasó 290 días encerrado en una caja sin luz, sin ventilación, sin poder hablar con nadie y escuchando durante 24 horas narcocorridos. "El día que me secuestraron era un día como cualquier otro. Yo había acordado con mi mujer dejar a los niños en el colegio", ha contado.

Fue al volver a su casa después de dejar a sus hijos en el colegio cuando le pararon en lo que él creía que era un control policial. Sin embargo, se trataba de una banda armada. "Fue ahí cuando me di cuenta de que no había confusión. Los rifles apuntaban hacia mí", ha expresado Alberto de la Fuente, a lo que ha añadido: "Yo ahí me preguntaba si iban a ser los últimos minutos de mi existencia".

Así, en solo 30 segundos, los secuestradores le pusieron esposas, gafas oscuras y cascos con música a todo volumen, donde sonaban narcocorridos, y tras llegar a su destino, lo metieron en la caja que sería su prisión durante nueve largos meses. "Me dijeron que el secuestro no había sido un asunto personal, sino por dinero", ha indicado el empresario, quien, cuando se quedó solo en la caja, volvió a escuchar unos narcocorridos que no dejaron de sonar hasta su liberación. "Hubo momentos en los que quería pincharme los tímpanos con un bolígrafo. Entiendo mejor que nadie a Darwin", ha manifestado.

Finalmente, el empresario se adaptó a un entorno compuesto por un colchón en el suelo, una nevera donde hacer sus necesidades, una jarra de agua y una pequeña trampilla. Además, lo vigilaban. Los últimos meses, ha contado, fueron los peores. Se volvieron muy agresivos con él, hasta que un día lo liberaron en un paraje, ya que su familia había pagado un rescate.