Emérito sin filtros
Lo que los libros de historia nunca te contaron sobre Juan Carlos I: de las perdices y colinas de Toledo a los sabores y paisajes que extraña
Los detalles El rey emérito habla de sus errores, nostalgias, decisiones y sentimientos más íntimos, de cómo enfrentó la vejez, la soledad y la distancia familiar, y de cómo todo eso lo ha llevado a mirar atrás con emoción, arrepentimiento y deseo de volver.

Olvídate de los libros de historia. Olvídate de los manuales con fotos posadas y fechas aburridas. Las memorias de Juan Carlos I llegan para contarte lo que de verdad pasó, lo que él vio, sintió y, sobre todo, lo que nadie te contó.
Primera sorpresa: hay un loro. Sí, un loro. Y no es cualquier loro: despliega los colores de la bandera española, rojo y gualda, como si dijera "España está aquí". Y eso no es todo: el rey ha plantado olivos centenarios en Abu Dabi y se ha llevado una escultura de Lorenzo Quinn, un hombre al borde del precipicio que, según él, le representa. ¿Símbolos de patria y personalidad? Check.
Pero vayamos a lo serio. Juan Carlos asegura que su hijo Felipe le ha dado la espalda. "Me siento abandonado", dice sin medias tintas. Sobre el 23F, insiste en que no sabía nada; sobre su abdicación, confiesa que su cuerpo ya no le respondía: muletas, cansancio, la vejez que no quería mostrar. "Mantener al viejo fuera", recuerda que le dijo Clint Eastwood. Y así, entre confesiones y guiños, Juan Carlos nos muestra un lado muy humano, incluso vulnerable.
También hay dinero, polémica y confesiones explosivas: los 85 millones que recibió del rey de Arabia Saudí, que él califica como un "gesto de generosidad que no podía rechazar", fueron para garantizar su jubilación tras 40 años cotizando. Un "error" necesario para su tranquilidad.
Las relaciones personales tampoco se libran del fuego. Corinna Larsen es "la debilidad" que lo cegó y le hizo tomar decisiones drásticas. Niega romances, pero admite que por ella se marchó de España. La familia, dice, está desestructurada: no tiene relación amorosa con Felipe, critica a la nuera y apenas ve a Sofía y a las nietas. Eso sí, reconoce que Felipe, pese a los escándalos, proyecta imagen de unidad y serenidad.
Y luego está España, la España que no aparece en los libros: las perdices, las rías gallegas, las colinas de Toledo, el jamón recién cortado, las saetas… nostalgia pura. "Quiero volver", confiesa, y se entiende que no solo habla de territorio: habla de sentimientos, recuerdos y de lo que significa ser español.
Mabel Galaz, en Al Rojo Vivo, apunta al corazón de la estrategia: "Por venganza… muy mal aconsejado por la gente que le rodea".
Estas memorias no son historia oficial. Son Juan Carlos I contándose a sí mismo, con todo lo íntimo, polémico y sorprendente que los libros de texto jamás te dirán. Entre loros patrióticos, olivos centenarios, escultura de precipicio y nostalgia de España, este libro promete dar mucho que hablar.
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