¿Puede una canción derrocar una dictadura? Con "Grândola, Vila Morena" hace 49 años se inició la Revolución de los Claveles en Portugal. Cuando empezó a sonar por la radio fue la señal. Al escucharla todos debían levantarse contra la dictadura más longeva de Europa. El 'salazarismo' gobernaba con mano de hierro desde 1932. Esa noche, el pueblo y un sector de las fuerzas armadas tomaron el poder sin disparar un solo tiro.

Ya ha pasado casi medio siglo de la revolución de nuestros vecinos del oeste. Portugal nos queda más cerca, pero en este 25 de abril también están de celebración en Italia. Allí lo llaman el 'Día de Liberación'. En 1945 se liberaron de los nazis varias de sus ciudades más importantes.

Para conmemorarlo, el presidente Mattarella y Giorgia Meloni han estado en la ofrenda floral al soldado desconocido. De hecho, gran parte del gobierno ha participado en las celebraciones. El que no ha ido es Matteo Salvini, el otro líder de la extrema derecha. Ha dicho que no va actos oficiales de esta celebración porque los considera una "fiesta bañada de viejos esquemas comunistas". Este es el dilema de hoy en Italia: ¿Cómo se gestiona una "fiesta de la liberación" teniendo a posfascistas en el poder? Y, más aún, ¿cómo se hace en un país cuya constitución prohíbe textualmente un partido fascista?

Lo primero es hacer un 'sí pero no'. La carta de Giorgia Meloni en el 'Corriere della Sera' dice que "los partidos a la derecha en el Parlamento han declarado su incompatibilidad con cualquier nostalgia del fascismo". Pero un poco más abajo critica a quienes "utilizan la definición de fascismo para deslegitimar a cualquier opositor". A quienes lo ven como "una especie de arma de exclusión masiva que durante décadas ha permitido excluir a personas, asociaciones y partidos de todos los espacios de confrontación, discusión o simple escucha". Pero lo más rocambolesco ha llegado cuando al presidente del Senado, Ignazio La Russa, el diario 'La Stampa' le ha preguntado si él se considera "antifascista". A lo que todo demócrata contestataria que sí, él ha no querido responder.

Para entender mejor las contradicciones que Italia tiene que digerir debemos recordar qué celebran exactamente: hace 78 años derrotaron al fascismo, a Benito Mussolini, su dictador de dos décadas. Aún quedaban regiones dominadas por los totalitarios, pero ese 25 de abril del 45 se juntaron tres acontecimientos merecedores de llamar a esa fecha la de la 'liberación' y declararla fiesta nacional.

El primero, los movimientos de los aliados. Sus tropas cruzaron la línea que separaba la Italia libre, centro y sur, de la fascista al norte. Lograron quebrar esa franja camino de la Alemania nazi. Los aliados apenas encontraron resistencia de los soldados alemanes en su marcha. Lo que sí encontraron fue el aplauso y la gratitud de los italianos al verse ya sin el control de Mussolini y los suyos.

El avance aliado encuentra la colaboración necesaria desde dentro. Los partisanos, la resistencia italiana, proclaman la "insurrección nacional". Piden a los suyos que salgan de sus escondites y se enfrenten a sus compatriotas fascistas y a los soldados nazis. Los cerca de 300.000 partisanos cumplen. Salen a la calle y van peleando barrio a barrio. Milán, Génova o Turín son liberadas ese día.

Es el día también de la venganza. Los seguidores de Mussolini son detenidos. A los que estuvieron de parte del fascismo o ayudaron a los nazis se les golpea. A las mujeres que habían colaborado, se les rapa el pelo.

Ante el avance de los aliados y el levantamiento de los partisanos, Benito Mussolini huye. Ese día 'Il Duche' trata de escapar de Italia. Ese es el tercer motivo para considerar el 25 de abril como el día de la liberación de Italia. Mussolini no consiguió huir. Fue detenido enseguida, juzgado y ajusticiado. Acabó ahorcado por las nuevas autoridades. Terminó ultrajado por la masa.

Las contradicciones son evidentes: la constitución italiana está pensada para que no pueda volver el fascismo y resulta que son los posfascistas los que están en el poder.