Nada se deja al azar
Mensajes reales: cómo se preparan al detalle los discursos de Felipe VI y la reina Letizia
¿Por qué es importante? Cada palabra de Felipe VI o la reina Letizia se trabaja en Zarzuela, se revisa con expertos y hasta con el Gobierno, pero siempre queda espacio para su intuición y el toque personal que emociona y conecta con todos.

Con frases como: "Me van a permitir, muy rápido, y me van a perdonar, que enumere algunas razones para la desesperanza… El hambre es un arma de guerra en algunos lugares del mundo y todavía es una herida abierta", la reina Letizia volvió a emocionar y captar la atención en un acto internacional. Citó datos de la FAO y otras agencias de Naciones Unidas, pero lo que parece espontáneo tiene detrás horas de preparación, revisiones y debates sobre cada palabra.
En la Casa Real, los discursos no se improvisan. Todo empieza en Zarzuela, donde un equipo coordinado por el jefe de la Casa Real, Camilo Villarino, da forma al borrador inicial. Ahí trabajan la secretaria general —exletrada en el Congreso— y la directora de comunicación, que ayudan a convertir ideas complejas en mensajes claros y precisos. Este borrador no es definitivo: también pasa por Moncloa, donde el Gobierno puede sugerir cambios, sobre todo en discursos de gran relevancia internacional o nacional.
Por eso, cuando escuchamos al rey o a la reina usar palabras fuertes como "genocidio" o "crisis humanitaria”, es normal preguntarse si fueron espontáneas o cuidadosamente elegidas. En el caso de Felipe VI, cada palabra es revisada por ministerios, asesores externos y expertos, pero al final él tiene la última palabra: es quien decide qué llega al público.
Cuando los mensajes son históricos
Algunos discursos de los reyes se preparan casi obsesivamente. Por ejemplo, el mensaje tras el 1 de octubre de 2017 en Cataluña. Ese texto fue leído antes por Mariano Rajoy —poco convencido— y por Pedro Sánchez, que hizo sugerencias, antes de que Felipe VI lo pronunciara. Cada palabra contaba y todo estaba medido.
La Casa Real suele dar a la prensa solo el texto final leído en el acto, aunque existan borradores. De ahí salen anécdotas como la de la última Pascua Militar, cuando Felipe VI omitió en directo una referencia al aniversario de la muerte de Franco que sí aparecía en el borrador. Esto demuestra que, aunque la preparación sea intensa, siempre hay espacio para la intuición y el criterio personal.
El mensaje de Navidad es el más cuidado de todos: se redacta con un mes de antelación, participan más asesores que en cualquier otro discurso y se cuida hasta el último detalle. Es el único en el que Letizia interviene directamente en la escenografía, asegurándose de que todo, desde el tono hasta la iluminación, refuerce el mensaje.
El sello Letizia: autonomía y compromiso social
La reina tiene un estilo propio. Aunque su secretaria personal supervisa los textos, Letizia tiene más autonomía que el rey. Sus discursos suelen tener un enfoque social y reivindicativo: salud mental, igualdad de género, lectura o cooperación internacional son temas recurrentes.
Como comentó en el acto del Día Mundial de la Salud Mental de 2023: "La reina 'rapea' por la salud mental —entre comillas— para llamar la atención sobre un tema importante". Ese toque cercano y humano también lo transmite a su hija, la princesa Leonor, revisando personalmente sus primeros discursos y ayudándola a encontrar su propia voz, que respete la tradición pero refleje sensibilidad y autenticidad.
Detrás de la palabra: un trabajo coral
Lo que mucha gente no ve es la cantidad de manos que intervienen antes de que un mensaje llegue al público. Los discursos son un trabajo coral: asesores de comunicación, expertos, ministerios, el equipo de Zarzuela… incluso el Gobierno puede opinar, especialmente en discursos de impacto internacional. Cada frase se revisa hasta cumplir tres objetivos: claridad, precisión y humanidad.
Pero, aunque el proceso sea meticuloso, la personalidad del orador siempre se nota. Felipe VI imprime sobriedad y rigor, Letizia cercanía y compromiso social, y Leonor empieza a mostrar su propia identidad, con la guía paciente de su madre.
Cada mensaje real es mucho más que palabras: es responsabilidad, estrategia y cuidado humano, donde cada coma y cada pausa están pensadas. Detrás de la palabra final siempre hay colaboración, supervisión y, sobre todo, intención.
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