El papa al mando

León XIV no solo guía la Iglesia: ahora también gobierna una monarquía absoluta de 44 hectáreas

¿Por qué es importante?
El nuevo papa asume la doble responsabilidad de liderar espiritualmente a 1.400 millones de católicos y gestionar un Estado con poder legislativo, ejecutivo y judicial, además de una red diplomática global.

León XIV no solo guía la Iglesia: ahora también gobierna una monarquía absoluta de 44 hectáreas

El cónclave ha hablado: León XIV es el nuevo papa. Pero no solo se convierte en el guía espiritual de 1.400 millones de católicos, también asume la jefatura de uno de los Estados más peculiares y poderosos del mundo: la Ciudad del Vaticano.

Con apenas 44 hectáreas, este enclave es una monarquía absoluta en la que el pontífice concentra el poder legislativo, ejecutivo y judicial. Y el nuevo papa llega con tareas urgentes sobre la mesa: los presupuestos de 2025, aún pendientes, serán su primera gran decisión política.

Los 133 cardenales electores han depositado en León XIV una doble responsabilidad: liderar la Iglesia católica global y administrar un Estado con embajadas en 184 países, capaz de mediar en conflictos armados, influir en decisiones geopolíticas y desplegar una red de asistencia social que atiende a más de cinco millones de personas en todo el mundo.

Aunque muchas funciones se delegan, el papa sigue siendo el núcleo de todo. La administración del Vaticano recae sobre la Comisión Pontificia para el Estado, presidida actualmente por la monja Rafaella Petrini —la primera mujer en ocupar este cargo— y formada por seis cardenales. Este órgano, designado por el papa por periodos de cinco años, cumple las funciones legislativas y participa en la ejecución de decisiones clave.

En el ámbito judicial, el poder se ejerce a través de un sistema propio: un juez único, un tribunal de primera instancia, uno de segunda y un Supremo, todos elegidos por el pontífice. Pero en casos de delitos graves, el Vaticano recurre a los tribunales italianos: no cuenta con cárcel propia y, pese a su reducido tamaño, presenta una alta tasa de criminalidad —sobre todo hurtos— debido al constante flujo de turistas.

El poder ejecutivo, por su parte, se canaliza a través de la Gobernación del Vaticano, que también dirige Petrini. Esta institución gestiona desde la infraestructura hasta los museos vaticanos, además de los servicios internos. Y la tarea es titánica: proteger una de las mayores colecciones de arte del mundo, garantizar la seguridad con la histórica Guardia Suiza y mantener el funcionamiento de un microestado con enormes responsabilidades simbólicas y materiales.

En el Vaticano viven unos 800 ciudadanos, aunque la mayoría no reside dentro de sus murallas. La ciudadanía no se obtiene por nacimiento ni es hereditaria ni permanente: se concede por trabajar al servicio de la Santa Sede y termina cuando cesa el cargo. La ostentan cardenales, diplomáticos y personal administrativo, que no tienen derechos políticos activos, ya que la estructura estatal no contempla participación ciudadana directa.

Como jefe de Estado, León XIV representa al Vaticano en el escenario internacional. Esta es una de las pocas funciones que no delega: se encarga personalmente de gestionar las relaciones con más de 180 países y de mantener el estatus diplomático de la Santa Sede, una red global de influencia religiosa y política.

En León XIV recaen ahora no solo las esperanzas espirituales del catolicismo, sino también las riendas de un Estado con poder real, capacidad de mediación mundial y una estructura interna compleja que exige algo más que oración: requiere liderazgo político y gestión estratégica.