El calentamiento global tiene efectos en el mar, en la naturaleza y en muchos aspectos de nuestro día a día, y a partir de ahora va a haber un nuevo elemento afectado por este fenómeno. Se trata de las fronteras.
El límite que separa a Italia y Suiza está delimitado por los picos de los Glaciares de los Alpes, y poco a poco están desapareciendo y moviéndose, lo que, inevitablemente, va a obligar a ambos países a volver a trazar sus fronteras. Suiza ya ha firmado el trazado de sus nuevas fronteras, pero Italia aún no lo ha ratificado.
Por extraño que pueda parecer, podría haber algún territorio que quede sin reclamar por ninguno de los dos países, algo que ya sucede en otros rincones del planeta. Un buen ejemplo es Liberland, en la frontera entre Croacia y Serbia. Estos dos países siempre han estado separados por el Río Danubio, pero su cauce ha ido cambiando con los años y este pequeño territorio de siete kilómetros cuadrados ha quedado sin dueño.
Sudán y Egipto tampoco se ponen de acuerdo para repartirse el territorio de Bir Tawl, por lo que no pertenece a ningún país. Algo similar sucede en la Antártida con la zona de Marie Bird, aunque con otros motivos, ya que está protegida por un tratado internacional para investigaciones científicas.
Por la propuesta de Bruselas
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