El Campo de Gibraltar, epicentro de una guerra no declarada contra el narcotráfico, emerge en el debate público tras la trágica pérdida de dos agentes, víctimas de una violencia que no da tregua. En este contexto, resuena una propuesta, la declaración de esta área como zona de especial singularidad, un concepto no nuevo, pero potencialmente revolucionario en este frente. La idea es simple pero poderosa: dotar a la región de recursos adicionales para fortalecer la lucha contra las redes de narcos que operan con impunidad en esta estratégica puerta de entrada a Europa.
La propuesta no solo habla de embarcaciones más modernas y capaces de perseguir a los escurridizos contrabandistas, sino también de un reconocimiento y recompensa a los agentes en primera línea. Los sindicatos policiales lo tienen claro: las condiciones actuales son insuficientes.
La lucha contra el narcotráfico en el Campo de Gibraltar exige más que valentía; requiere medios y motivación. Un plus por peligrosidad, más vacaciones y ventajas en la carrera profesional son parte de la ecuación para convertir un destino de riesgo en una elección atractiva para los mejores agentes.
Además, la estrategia incluye una dimensión judicial crucial: la creación de un juzgado especializado en narcotráfico que acelere los procesos legales contra los detenidos. Esta medida busca evitar que los narcotraficantes, atrapados en la lentitud burocrática, aprovechen las demoras para continuar sus actividades delictivas. Se trata de cerrar el círculo de la justicia con rapidez y eficacia, un paso esencial para desarticular las redes que operan con la complicidad del tiempo.
Pero, ¿qué hace al Campo de Gibraltar tan singular en esta lucha? Su ubicación geográfica lo dice todo: un cruce de caminos entre continentes, culturas y, desafortunadamente, rutas del crimen organizado. Frente a las costas de África, cercano al peñón británico de Gibraltar, este punto de España se ve asediado no solo por el narcotráfico, sino también por el contrabando de tabaco y la inmigración ilegal. Un caldo de cultivo para la delincuencia que exige respuestas tan complejas como el problema mismo.
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