Cómplices del silencio
Bin Salmán, el príncipe al que nadie quiere mirar, pero todos estrechan la mano
La otra cara A pesar de su oscuro historial de represión y asesinatos, el príncipe saudí ha logrado convertir su poder en petróleo e influencia, y los líderes mundiales no pueden resistir la tentación de sellar acuerdos con él.

Mohamed bin Salmán es uno de esos líderes cuya reputación le precede. Príncipe heredero y primer ministro de Arabia Saudí, su ascenso al poder ha estado marcado por la represión, el miedo y la violencia institucional. Desde que asumió el control, los arrestos de activistas de derechos humanos se han multiplicado. Las organizaciones denuncian que el régimen utiliza la pena de muerte como herramienta política: mujeres, menores y manifestantes han sido ejecutados en procesos opacos, sin garantías.
Pero hay un nombre que convirtió a Bin Salmán en un símbolo del cinismo internacional: Jamal Khashoggi. El periodista crítico con el régimen fue torturado, asesinado y descuartizado en el consulado saudí en Estambul en 2018. Detrás de su muerte, según los informes de inteligencia, estaría un escuadrón creado por el propio príncipe para eliminar a sus opositores. "Hay que meterle una bala en la cabeza", habría dicho sobre Khashoggi antes del crimen.
Y pese a todo esto, cinco años después, pocos líderes mundiales han resistido la tentación de saludarlo. Porque llevarse bien con Bin Salmán tiene premio: petróleo, contratos, influencia y estabilidad en los mercados. El asesinato de Khashoggi solo recibió el apoyo explícito de dos líderes: Donald Trump, quien priorizó los acuerdos millonarios de defensa, y Vladímir Putin, con quien comparte el control del suministro mundial de petróleo.
Desde entonces, la lista de visitas y apretones de manos se ha hecho interminable. Biden volvió a acercarse en 2022, empujado por la necesidad de crudo. Europa no se ha quedado atrás: Meloni ha firmado acuerdos por casi 10.000 millones de euros, Starmer busca un tratado de libre comercio, y Macron retomó relaciones ya en 2021. Hasta Pedro Sánchez viajó a Arabia en abril del año pasado y agradeció su "compromiso con la paz" en una reunión en Bruselas meses después.
Porque ahora Bin Salmán se vende como mediador global. En verano de 2023 organizó una cumbre de paz sobre Ucrania y prometió 400 millones de dólares en ayudas a Zelenski. Ha conseguido que las reuniones de alto nivel sobre conflictos internacionales ya no se celebren en Oslo o Ginebra, sino en Riad. En octubre, durante la primera cumbre entre la UE y el Consejo de Cooperación del Golfo, se acordó que la próxima, en 2026, será en Arabia Saudí.
La 'realpolitik' se impone. Derechos humanos, justicia o democracia parecen pesar menos que el oro negro. Y Bin Salmán, el príncipe intocable, lo sabe.