Los ataques de Ucrania a bases del interior de Rusia, a cientos de kilómetros de la frontera, fueron realizados con drones de la época soviética. En concreto, se trata de Tupolev Tu-141, un dron que mide más de 14 metros y no se teledirige, sino que se programa una ruta que el aparato sigue. Viaja a 700 kilómetros por hora y la Unión Soviética lo diseñó en los años 70, en plena Guerra Fría.

Los ucranianos los tienen por herencia. Los fabricaba el ejército ruso en la URSS y cuando esta cayó, se quedaron en Ucrania. Rusia los dejó de fabricar en 1989 pero en 2014, con el conflicto de Crimea, Kiev decidió recuperarlos. Así, se calcula que quedan un centenar de este tipo de drones.

¿Qué diferencias hay con un dron actual? Estos drones no estaban pensados para atacar, sino que se usaban como dron de reconocimiento. Sacaba fotos de manera analógica, con un carrete que después había que revelar. Lo que han hecho ahora los ucranianos es adaptarlo: le han metido explosivos y lo han convertido en un misil de largo alcance, por eso no está utilizándose en objetivos más cercanos, como Crimea.

¿Por qué no lo han detectado las defensas aéreas de Rusia? Es un dron que viaja muy rápido y en Rusia no suelen entrar muchos objetos voladores desde Ucrania. Así, ante un aparato grande y antiguo, no lo saben reconocer muy bien y no lo disparan por miedo a que sea del propio ejército ruso. Como consecuencia, acaba cayendo en territorio ruso.