El ciclo del miedo
Gasolina de mentiras: cómo bulos y discursos políticos 'incendian' el debate sobre migración cada vez que hay un crimen
¿Por qué es importante? De Torre-Pacheco al Carnaval de Tenerife, los mismos actores repiten guion: sin pruebas, vinculan migración con delito y agitan el miedo como arma electoral. Aunque los hechos digan lo contrario.

"Puerta y billete de vuelta", "deportaciones masivas", "invasión migratoria", "una inmigración ilegal absolutamente descontrolada". No son frases sueltas. Son discursos repetidos. Reproducidos en mítines, entrevistas, redes sociales. Y no por cualquiera: por dirigentes de Vox como Santiago Abascal, Pepa Millán, Gallardo o Rocío de Meer. Todos con una misma idea detrás: culpar a los migrantes —especialmente a los más vulnerables, como los menores o quienes llegan sin papeles— de la inseguridad en España.
Abascal, por ejemplo, mencionó en 2019 las ayudas al alquiler en Madrid para hacer un juego de palabras con nombres árabes: "Alí, Amir, Abad ti…". Años después, hablaba de "repatriaciones inmediatas" y este lunes señalaba a Torre-Pacheco como ejemplo de lo que "pasa en toda España".
¿El problema? Que muchas de esas afirmaciones no se sostienen con datos. Y que, cada vez más, detrás de esos discursos hay bulos que convierten tragedias en gasolina para incendiar la convivencia.
Ha pasado ya varias veces. Alguien comete un delito grave. Aparece la noticia. Y antes de que la policía confirme nada, ciertos políticos y medios lo dan por hecho.
No lo dicen con todas las letras. Solo lo insinúan. Lanzan una pregunta, una relación casual, un titular con dobles sentidos. Y eso basta. Porque después las redes hacen el resto: audios, fotos manipuladas, mensajes en mayúsculas, vídeos con cortes estratégicos. Y miedo, mucho miedo.
Tres historias, tres mentiras
Mateotenía 11 años. Verano de 2024. Estaba jugando al fútbol con unos amigos un domingo por la mañana, en un Mocejón (Toledo). Fue apuñalado por un enmascarado. En cuestión de horas, ciertos canales en Telegram y perfiles en redes conectaron el crimen con un centro de acogida cercano. No lo afirmaban directamente. Simplemente, enlazaban: llegan migrantes y hay un asesinato. La verdad salió días después: el asesino era un joven de 20 años, con discapacidad intelectual, español. Pero para entonces, el rumor ya había calado.
Isidro era taxista. Tenía 62 años y vivía en Alcalá de Henares (Madrid). En octubre de 2024, recogió a un menor. Al terminar el trayecto, el chico lo apuñaló cinco veces. Murió en el acto. En redes, el relato se cocinó rápido: "por diversión", "marroquí". Algunos políticos lo dieron por cierto. Algunos medios, también. La realidad: el agresor era un menor de 16 años, nacido en Miranda de Ebro (Burgos), sin vínculo alguno con la migración.
Antonio fue al Carnaval de Tenerife. Era marzo de 2025. Tenía 34 años y había viajado desde Lanzarote para disfrutar de las fiestas. Durante la noche, una pelea, un puñetazo, una caída fatal. En WhatsApp comenzó a circular un audio: "han sido cuatro moros". Se viralizó una ficha policial de otro caso distinto. Hasta se publicaron fotos de personas inocentes. Y, sin embargo, el autor del golpe era un joven de 19 años, de Gran Canaria. Mismo sitio que la víctima.
De los hechos a los fuegos
No se trata de negar los delitos. Las agresiones existen. La delincuencia, también. Y por supuesto hay que condenarla, juzgarla y prevenirla, venga de quien venga.
Pero cuando una agresión concreta se convierte en una excusa para señalar a colectivos enteros, cuando el foco deja de estar en los culpables reales y se pone en alimentar prejuicios, ahí el problema ya no es la inseguridad, sino el odio.
Porque no es cierto que haya una "oleada" de crímenes cometidos por migrantes. Ni que las ayudas al alquiler estén diseñadas "para Alís y Amirs". Ni que cada persona que llega en patera sea automáticamente un delincuente. Lo que sí hay es una estrategia política: usar el miedo como herramienta electoral. Repetir los mismos mensajes, caso tras caso, aunque se caigan por su propio peso. Aunque se demuestre que eran mentira.
Según informes del Ministerio del Interior y de varios observatorios independientes, no hay una relación directa entre migración y criminalidad. De hecho, en muchas comunidades con alta población migrante, la delincuencia está por debajo de la media nacional. Pero esos datos no generan clics. No cabrean. No movilizan. Lo que sí lo hace es una narrativa simple: "nos invaden". "Nos matan". "Nos roban". Aunque no sea cierto.